SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el Rostro de Jesús
V /. Adoramus te,
Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
V /. Te adoramos
Cristo y te bendecimos.
R /. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En la imagen la Verónica muestra a
la Santísima Virgen el lienzo con el cual enjugó el rostro de Cristo.
Lectura del
libro del profeta Isaías 53, 2-3
No tenía
figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por
los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el
cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
Del libro de los
Salmos 26, 8-9
Oigo en mi
corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu
rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me
deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.
MEDITACIÓN
«Tu rostro
buscaré, Señor, no me escondas tu rostro» (Sal 26, 8-9). Verónica
–Berenice, según la tradición griega– encarna este anhelo que acomuna a
todos los hombres píos del Antiguo Testamento, el anhelo de todos los
creyentes de ver el Rostro de Dios. Ella, en principio, en el Vía crucis de
Jesús no hace más que prestar un servicio de bondad femenina: ofrece un paño
a Jesús. No se deja contagiar ni por la brutalidad de los soldados, ni
inmovilizar por el miedo de los discípulos. Es la imagen de la mujer buena que,
en la turbación y en la oscuridad del corazón, mantiene el brío de la bondad,
sin permitir que su corazón se oscurezca. «Bienaventurados los limpios de
corazón –había dicho el Señor en el Sermón de la montaña–, porque verán
a Dios» (Mt 5, 8). Inicialmente, Verónica ve solamente un rostro
maltratado y marcado por el dolor. Pero el acto de amor imprime en su corazón
la verdadera imagen de Jesús: en el rostro humano, lleno de sangre y heridas,
ella ve el Rostro de Dios y de su bondad, que nos acompaña también en el
dolor más profundo. Únicamente podemos ver a Jesús con el corazón.
Solamente el amor nos deja ver y nos hace puros. Sólo el amor nos permite
reconocer a Dios, que es el Amor mismo.
El oratorio que recuerda este
episodio esta recientemente restaurado y es propiedad del Patriarcado
greco-católico. Debajo del mismo se han encontrado las ruinas de una capilla
del periodo bizantino. Actualmente las "Pequeñas Hermanas de Jesús" están a
cargo del mismo.
ORACIÓN
Danos, Señor,
la inquietud del corazón que busca tu rostro. Protégenos de la oscuridad del
corazón que ve solamente la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la
pureza que nos permiten ver tu presencia en el mundo. Cuando no seamos capaces
de cumplir grandes cosas, danos la fuerza de una bondad humilde. Graba tu
rostro en nuestros corazones, para que así podamos encontrarte y mostrar al
mundo tu imagen.
Todos:
Pater noster,
qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Pro peccatis
suæ gentis
vidit Iesum in tormentis
et flagellis subditum.