e-Curso:
SAGRADO CORAZÓN, SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO
Capítulo 3
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CORAZÓN DE JESÚS UNIDO
SUSTANCIALMENTE AL VERBO DE DIOS
TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS
Ángelus,
9 de julio de 1989
¡Queridos
Hermanos y Hermanas!
1.La
expresión "Corazón de Jesús" nos hace pensar inmediatamente en la Humanidad
de Cristo, y subraya su riqueza de sentimientos, su compasión hacia los
enfermos, su predilección por los pobres, su Misericordia hacia los
pecadores, su ternura hacia los niños, su fortaleza en la denuncia de la
hipocresía, del orgullo y de la violencia, su mansedumbre frente a sus
adversarios, su celo por la gloria del Padre y su júbilo por sus misteriosos
y providentes planes de gracia.
Con
relación a los hechos de la Pasión, la expresión Corazón de Jesús nos
hace pensar también en la tristeza de Cristo por la traición de Judas, el
desconsuelo por la soledad, la angustia ante la muerte, el abandono filial y
obediente en las manos del Padre. Y nos habla sobre todo del Amor que brota
sin cesar de Su Corazón: Amor infinito hacia el Padre y Amor sin límites
hacia el hombre.
2.Ahora bien,
este Corazón humanamente tan rico, "Está unido a la Persona del Verbo de Dios". Jesús es el Verbo de Dios
Encarnado: en Él hay una sola Persona, la eterna del Verbo, subsistente en
dos naturalezas, la divina y la humana. Jesús es Uno, al mismo tiempo perfecto en su divinidad y perfecto
en nuestra humanidad: es igual al Padre por lo que se refiere a la naturaleza
divina, e igual a nosotros por lo que se refiere a su naturaleza humana:
verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre. El Corazón de Jesús, por
tanto, desde el momento de la Encarnación, ha estado y estará siempre unido a
la Persona del Verbo de Dios.
Por la
unión del Corazón de Jesús a la Persona del Verbo de Dios podemos decir
que en Jesús Dios ama humanamente, sufre humanamente, goza humanamente. Y
viceversa: en Jesús el amor humano, el sufrimiento humano, la gloria humana
adquieren intensidad y poder divinos.
3.Reunidos para la oración del Ángelus, contemplemos con
María el Corazón de Cristo. La Virgen vivió en la fe, día tras día, junto a
su Hijo Jesús: sabía que la carne de su Hijo había florecido de su carne
virginal, pero intuía que El, por ser "Hijo del Altísimo" (Lc 1,32), la
trascendía infinitamente: el Corazón de su Hijo estaba "unido a la Persona
del Verbo".
Por esto, Ella
lo amaba como Hijo suyo y al, mismo tiempo lo adoraba como a su Señor y su
Dios. Que Ella nos conceda también a nosotros amar y adorar a Cristo, Dios y
Hombre, sobre todas las cosas, "con todo el corazón, con toda el alma y con
toda la mente" (cf. Mt 22,37). De esta manera, siguiendo su ejemplo, seremos
objeto de las predilecciones divinas y humanas del Corazón de Su Hijo.
EL CORAZÓN
MISERICORDIOSO DE JESÚS
ES PRENDA DE ESPERANZA PARA TODO HOMBRE
El mes
de junio se caracteriza, de modo particular, por la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Celebrar el
Corazón de Cristo significa dirigirse hacia el centro
íntimo de la persona del Salvador, el centro que la
Biblia identifica precisamente con su corazón, sede del
amor que ha redimido el mundo.
Si ya el corazón humano representa un misterio
insondable que sólo Dios conoce, ¡cuánto más sublime es
el Corazón de Jesús, en el que late la vida misma del
Verbo! En Él, como sugieren las hermosas letanías del
Sagrado Corazón, haciéndose eco de las Escrituras, se
encuentran todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia, y toda la plenitud de la divinidad.
Para salvar al hombre, víctima de su misma
desobediencia, Dios quiso darle un "corazón nuevo",
fiel a Su voluntad de Amor (cf. Jr 31, 33; Ez 36, 26;
Sal 50, 12). Este corazón es el Corazón de Cristo, la
obra maestra del Espíritu Santo, que comenzó a latir en
el seno virginal de María y fue traspasado por la lanza
en la Cruz, convirtiéndose de este modo, y para todos,
en manantial inagotable de vida eterna. Ese Corazón
es ahora prenda de esperanza para todo hombre.
¡Cuán necesario es para la humanidad contemporánea el
mensaje que brota de la contemplación del Corazón de
Cristo! En efecto, ¿de dónde, si no es de esa fuente,
podrá sacar las reservas de mansedumbre y de perdón
necesarias para resolver los duros conflictos que la
ensangrientan?
Al Corazón Misericordioso de Jesús quisiera
encomendarle hoy de modo especial a cuantos viven en
Tierra Santa: judíos, cristianos y musulmanes. Ese
Corazón que, colmado de afrentas, no albergó jamás
sentimientos de odio y venganza, sino que pidió el
perdón para sus asesinos, nos señala el único camino
para salir de la espiral de la violencia: el de la
pacificación de los ánimos, de la comprensión recíproca
y de la reconciliación.
Junto con el Corazón misericordioso de Cristo veneramos
el Corazón inmaculado de María Santísima, Mediadora de
gracia y de salvación.
A Ella nos dirigimos con confianza ahora para
implorar misericordia y paz para la Iglesia y para el
mundo entero.
Ángelus.
Domingo 23 de junio de 2002
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Ángeles adorando el Sagrado Corazón de Jesús
Vicente López Portaña. Óleo sobre lienzo (1795)
La Madre de la Luz
Recogiendo los corazones para su Hijo
ACUÉRDATE
Nuestra
Señora del Sagrado Corazón
de las maravillas que Dios hizo en Ti.
Te escogió como Madre de Su Hijo
a quien seguiste hasta la Cruz.
Te glorificó con Él,
escuchando con agrado
tus plegarias por todos los hombres.
Llenos de confianza en el Amor del Señor
y en Tu intercesión,
venimos Contigo a las fuentes de Su Corazón,
de donde brotan para la vida del mundo
la esperanza y el perdón,
la fidelidad y la salvación.
Nuestra
Señora del Sagrado Corazón,
Tú conoces nuestras necesidades:
habla al Señor por nosotros
y por todos los hombres.
Ayúdanos a vivir en Su Amor.
Para eso alcánzanos las gracias
que te pedimos y las que necesitamos.
Tu petición de Madre es poderosa:
que Dios responda a nuestra esperanza. Amén.
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ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DE SAN JUAN PABLO II
Oh Dios Padre
Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su
Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el
servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de
todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también
responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana,
convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de
amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que me concedas por su
intercesión el favor que te pido (...) (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica
el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
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