"TOTUS TUUS"

ORACIÓN Y MEDITACIONES

PRIMER DOMINGO DEL MES DE JUNIO


MATERIAL DE APOYO PARA REFLEXIONES, MEDITACIONES Y ORACIONES, PERSONALES Y/O COMUNITARIAS

Para el Suscriptor de "El Camino de María"

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«Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas “Escuelas de Oración”» (Juan Pablo II)

La Escuela de oración de Juan Pablo II es una propuesta de meditaciones y ejercicios orientados a profundizar nuestra relación personal con Dios. Los textos presentados aquí, aunque pueden ser de ayuda para la oración individual, o bien para enriquecer la oración de distintas comunidades, están primordialmente dirigidos a los nuevos grupos de oración de Juan Pablo II. A estos grupos les proponemos un programa sencillo.

1.Vivir la oración de cada día en el espíritu del “Totus Tuus”

2.Cada semana, dedicar al menos media hora a la adoración del Santísimo Sacramento (en caso de enfermedad o dificultades – adorar la Cruz de Cristo)

3.Una vez al mes reflexionar sobre el don de la oración, mediante la lectura personal o participando en encuentros formativos de la “Escuela de oración”

4.Una vez al año hacer un retiro espiritual, en el que se profundice en la vida de oración, o bien rezar la Novena a la Divina Misericordia.


La tarea más difícil es la de madurar la actitud expresada en las palabras “Totus Tuus –Soy todo Tuyo”. Es preciso, pues, asumir la diaria fatiga del trabajo sobre sí mismos, apoyándose en la adoración semanal, en la reflexión mensual y en un  retiro espiritual anual.

Las meditaciones y las prácticas espirituales, propuestas para cada mes, serán de gran ayuda para llevar a cabo estos compromisos. En ellas encontraremos reflexiones sobre la palabra de las Sagradas Escrituras, testimonios sobre la oración del Papa y también sus enseñanzas sobre el tema de la oración. El día sugerido para esta reflexión orante y de adoración es el primer Domingo de cada mes.

Para el Encuentro de este mes de junio hemos seleccionado textos de la Catequesis del Siervo de Dios Juan Pablo II que nos ayudarán a meditar sobre "EL SAGRADO CORAZÓN, SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO". 

"Jesús, durante Su Vida, Su Agonía y Su Pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a Sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34) "es considerado como el principal indicador y símbolo...del Amor con que el Divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres (Pío XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812)."  (Catecismo de la Iglesia Católica, 478)

"La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús -expresaba Juan Pablo II en la Audiencia General del miércoles 8 de junio de 1994-  es una fiesta litúrgica que irradia una peculiar tonalidad espiritual sobre todo el mes de junio. Es importante que en los fieles siga viva la sensibilidad ante el mensaje que brota de esta Solemnidad: en el Corazón de Cristo el Amor de Dios salió al encuentro de la humanidad entera."

 
"...El Corazón de Cristo es la sede universal de la comunión con Dios Padre, es la sede del Espíritu Santo. Para conocer a Dios, es preciso conocer a Jesús y vivir en sintonía con Su Corazón, amando, como Él, a Dios y al prójimo..."
 
"...La devoción al Sagrado Corazón, tal como se desarrolló en la Europa de hace dos siglos, -continuó el Papa- bajo el impulso de las experiencias místicas de Santa Margarita María Alacoque (1673) fue la respuesta al rigorismo jansenista, que había acabado por desconocer la infinita Misericordia de Dios. Hoy la devoción al Corazón de Jesús le ofrece a la humanidad una propuesta de auténtica y armoniosa plenitud en la perspectiva de la esperanza que no defrauda..."
 
"...Hace más o menos un siglo, un conocido pensador denunció la muerte de Dios. Pues bien, precisamente del Corazón del Hijo de Dios, muerto en la Cruz, ha brotado la fuente perenne de la vida que da esperanza a todo hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad, redimida del pecado. Hoy el hombre  tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de Él para construir la civilización del amor..."

"...Os invito amadísimos hermanos y hermanas -concluía Juan Pablo II- a mirar con confianza al Sagrado Corazón de Jesús y a repetir a menudo, sobre todo durante este mes de junio: ¡Sacratísimo Corazón de Jesús, en Ti confío!  (Audiencia General del miércoles 8 de junio de 1994)

ALABAR Y GLORIFICAR AL SAGRADO CORAZÓN

Homilía del  6 de Junio de 1999 en Elblag (Viaje Apostólico a Polonia)

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

1. «Damos gloria a tu Corazón, Jesús nuestro, oh Jesús...».

Doy gracias a la divina Providencia por poder estar con vosotros para alabar y glorificar al Sacratísimo Corazón de Jesús, en el que se ha manifestado del modo más pleno el Amor paterno de Dios. Me alegra que se mantenga viva siempre en Polonia la buena costumbre de rezar o cantar todos los días del mes de junio las Letanías del Sagrado Corazón.

2. «Corazón de Jesús, Fuente de Vida y Santidad, Ten Misericordia de nosotros».

Así lo invocamos en las Letanías. Todo lo que Dios quería decirnos de Sí mismo y de Su Amor, lo depositó en el Corazón de Jesús y lo expresó mediante este Corazón. Nos encontramos frente a un misterio inescrutable.

A través del Corazón de Jesús leemos el eterno plan divino de la salvación del mundo. Y se trata de un proyecto de Amor. Las Letanías que hemos cantado contienen de modo admirable toda esta verdad.

Hoy hemos venido aquí para contemplar el Amor del Señor Jesús, su Bondad, que se compadece de todo hombre; para contemplar su Corazón Ardiente de Amor por el Padre, en la plenitud del Espíritu Santo. Cristo nos ama y nos muestra Su Corazón como Fuente de Vida y Santidad, como Fuente de nuestra redención. Para comprender de modo más profundo esta invocación, tal vez es preciso volver al encuentro de Jesús con la samaritana, en la pequeña localidad de Sicar, junto al pozo, que se encontraba allí desde los tiempos del patriarca Jacob. Había acudido para sacar agua. Entonces Jesús le dijo: «Dame de beber»; ella le replicó: «¿cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». El evangelista añade que los judíos no se trataban con los samaritanos. Jesús, entonces, le dijo: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice 'dame de beber' tú le habrías pedido a Él, y Él te habría dado agua viva (...); el agua que Yo le dé se convertirá en fuente de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 1-14). Palabras misteriosas.

Jesús es la Fuente; de Él brota la vida divina en el hombre. Sólo hace falta acercarse a Él, permanecer en Él, para tener esa vida. Y esa vida no es más que el inicio de la santidad del hombre, la santidad de Dios, que el hombre puede alcanzar con la ayuda de la gracia. Todos anhelamos beber del Corazón divino, que es Fuente de Vida y Santidad.

3. «Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia» (Sal 106, 3).

La meditación del Amor de Dios, que se nos ha revelado en el Corazón de su Hijo, exige del hombre una respuesta coherente. No sólo hemos sido llamados a contemplar el misterio del Amor de Cristo, sino también a participar en Él. Cristo dice: «Si me amáis, cumpliréis Mis Mandamientos» (Jn 14, 15). Así, al mismo tiempo que nos dirige una gran llamada, nos pone una condición: si quieres amarme, cumple mis mandamientos, cumple la santa ley de Dios, sigue el camino que Dios te ha señalado y que yo te he indicado con el ejemplo de mi vida.

La Voluntad de Dios es que cumplamos Sus Mandamientos, es decir, la Ley que dió en el monte Sinaí a Israel por medio de Moisés. La dió a todos los hombres. Conocemos esos Mandamientos. Muchos de vosotros los repetís cada día en la oración. Es una devoción muy hermosa. Repitámoslos, tal como están escritos en el libro del Éxodo, para confirmar y renovar lo que recordamos:

«Yo soy el Señor, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.
No tendrás otros dioses delante de mí.
No tomarás en falso el nombre del Señor, tu Dios.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que te va a dar el Señor, tu Dios.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de tu prójimo.
No codiciarás la mujer de tu prójimo»
(cf. Ex 20, 2-17).

El fundamento de la moral que dio el Creador al hombre es el Decálogo, las diez palabras de Dios pronunciadas con firmeza en el Sinaí y confirmadas por Cristo en el Sermón de la Montaña, en el marco de las Bienaventuranzas. El Creador, que es al mismo tiempo el Supremo Legislador, ha inscrito en el corazón del hombre todo el orden de la verdad. Ese orden condiciona el bien y el orden moral, y constituye la base de la dignidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios.

Los mandamientos fueron dados para el bien del hombre, para su bien personal, familiar y social. Para el hombre son realmente el camino. El mero orden natural no basta. Es necesario completarlo y enriquecerlo con el orden sobrenatural. Gracias a él, la vida cobra nuevo sentido y el hombre se hace mejor. En efecto, la vida necesita fuerzas y valores divinos, sobrenaturales: sólo entonces adquiere pleno esplendor.

Cristo confirmó esa ley de la antigua Alianza. En el Sermón de la Montaña lo dijo con claridad a los que lo escuchaban: «No penséis que he venido a abolir la ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5, 17). Cristo vino para dar cumplimiento a la ley, ante todo para colmarla de contenido y de significado, y para mostrar así su pleno sentido y toda su profundidad: la ley es perfecta cuando está impregnada del Amor de Dios y del prójimo. Del amor depende la perfección moral del hombre, su semejanza con Dios. «El que acoge Mis Mandamientos y los cumple -dice Cristo-, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado por mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21). Esta ceremonia litúrgica, dedicada al Sacratísimo Corazón de Jesús, nos recuerda ese Amor de Dios, anhelado intensamente por el hombre, y nos señala que la respuesta concreta a ese Amor es cumplir en la vida diaria los Mandamientos de Dios. Dios ha querido que esos mandamientos no se borren de nuestra memoria, sino que permanezcan bien grabados para siempre en la conciencia del hombre, a fin de que, conociéndolos y cumpliéndolos, «tenga la vida eterna».

4. «Dichosos los que respetan el derecho».

El salmista define así a los que caminan por la senda de los Mandamientos y los cumplen hasta el fin (cf. Sal 119, 32-33). En efecto, el cumplimiento de la ley de Dios es la condición para obtener el don de la vida eterna, o sea, la felicidad que nunca termina. A la pregunta del joven rico: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?» (Mt 19, 16), Jesús responde: «Si quieres entrar en la vida, cumple los Mandamientos» (Mt 19, 17). Esta invitación de Cristo es particularmente actual en la realidad de hoy, en la que muchos viven como si Dios no existiera. La tentación de organizar el mundo y la propia vida sin Dios, o contra Dios, sin sus mandamientos y sin el Evangelio, existe y se cierne también sobre nosotros. Y la vida humana y el mundo construidos sin Dios, al final se volverán contra el hombre. Hemos visto numerosas pruebas de esta verdad en el siglo XX, que está a punto de concluir. Transgredir los mandamientos divinos, abandonar el camino trazado por Dios, significa caer en la esclavitud del pecado y «el salario del pecado es la muerte» (Rm 6, 23).

Nos encontramos frente a la realidad del pecado. Es una ofensa a Dios, una desobediencia a Dios, a su ley, a la norma moral que Dios dio al hombre, inscribiéndola en su corazón, confirmándola y perfeccionándola mediante la Revelación. El pecado se opone al Amor de Dios hacia nosotros y aleja de Él nuestro corazón. El pecado es «el amor de sí llevado hasta el desprecio de Dios», como dice san Agustín (De civitate Dei, 14, 28). El pecado es un gran mal, en sus múltiples dimensiones: comenzando por el original, pasando por todos los pecados personales de cada hombre, hasta los pecados sociales, los pecados que gravan sobre la historia de la humanidad entera.

Debemos ser siempre conscientes de ese gran mal; debemos tener siempre una fina sensibilidad, para reconocer claramente la semilla de muerte que entraña el pecado. Aquí se trata de lo que se suele llamar el sentido del pecado. Tiene su fuente en la conciencia moral del hombre y está vinculado con el conocimiento de Dios, con el sentido de la unión con el Creador, Señor y Padre. Cuanto más profunda es esta conciencia de la unión con Dios, fortalecida por la vida sacramental del hombre y por la oración sincera, tanto más claro es el sentido del pecado. La realidad de Dios esclarece e ilumina el misterio del hombre. Hagamos todo lo posible para que nuestra conciencia sea sensible y para protegerla contra la deformación o la insensibilidad.

Veamos las grandes tareas que Dios nos encomienda. Debemos formar en nosotros un verdadero hombre a imagen y semejanza de Dios. Un hombre que ame la ley de Dios y quiera vivir según ella. El salmista, que exclama: «Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado» (Sal 50, 3), ¿no es para nosotros un ejemplo conmovedor de hombre que se presenta arrepentido ante Dios? Quiere la metánoia de su corazón, para llegar a ser criatura nueva, diversa, transformada por el poder de Dios.

Tenemos el ejemplo de San Adalberto. Sentimos aquí su presencia, porque en esta tierra dio su vida por Cristo. Desde hace mil años nos dice, con el testimonio de su martirio, que la santidad se consigue mediante el sacrificio, que aquí no hay lugar para componendas, que es preciso ser fieles hasta el final y que es necesario tener valentía para proteger la imagen de Dios en la propia alma, hasta el sacrificio supremo. Su martirio es una exhortación a los hombres para que, muriendo al mal y al pecado, dejen que nazca en ellos un hombre nuevo, un hombre de Dios, que cumpla los mandamientos del Señor.

5. Queridos hermanos y hermanas, contemplemos al Sagrado Corazón de Jesús, que es Fuente de Vida, pues por medio de Él se ha logrado la victoria sobre la muerte. También es Fuente de Santidad, pues en Él ha quedado derrotado el pecado, que es el enemigo de la santidad, el enemigo del progreso espiritual del hombre. Del Corazón del Señor Jesús deriva la santidad de cada uno de nosotros. Aprendamos de ese Corazón el Amor a Dios y la comprensión del misterio del pecado, mysterium iniquitatis.

Hagamos actos de reparación al Sagrado Corazón por los pecados cometidos por nosotros y por nuestro prójimo. Reparemos por el rechazo de la bondad y del Amor de Dios.

Acerquémonos diariamente a esta fuente, de la que brotan manantiales de agua viva. Pidamos, como la samaritana: «Dame de esa agua», pues da la vida eterna.

Corazón de Jesús, Hoguera Ardiente de Caridad.
Corazón de Jesús, Fuente de Vida y Santidad.
Corazón de Jesús, Propiciación por nuestros pecados.

Ten Misericordia de nosotros.

ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

 

                   “Mane nobiscum, Domine!”
 
Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡Quédate con nosotros! 

Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.
 
 Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.

CONFERENCIA Y ENCUENTROS EN GRUPO “PADRE NUESTRO”

Reanudando la reflexión sobre la Oración del Señor, hoy utilizaremos la meditación durante el rezo del Ángelus del Domingo 2 de junio de 1985, "CORAZÓN DE JESÚS, HIJO DEL ETERNO PADRE."

"Hoy, primer domingo del mes de junio, la Iglesia encuentra en el Corazón de Cristo el acceso al Dios que es la Santísima Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Este único Dios - Uno y Trino a la vez - es un misterio inefable de la fe. Verdaderamente Él "habita en una luz inaccesible" (1 Tm 6,16).

Y, al mismo tiempo, el Dios Infinito ha permitido que le abrace el Corazón de un Hombre cuyo nombre es Jesús de Nazaret, Jesucristo. Y a través del Corazón del Hijo, Dios Padre se acerca también a nuestros corazones y viene a ellos. Y así cada uno de nosotros es bautizado "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Cada uno de nosotros está inmerso, desde el principio, en el Dios Uno y Trino, en el Dios vivo, en el Dios vivificante. A este Dios lo confesamos como Espíritu Santo que, procediendo del Padre y del Hijo, "da la vida".

El Corazón de Jesús fue "formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre". El Dios que "da la vida" y "se entrega al hombre" comenzó la obra de su economía salvífica haciéndose hombre. Justamente en la concepción virginal y en su nacimiento de María, comienza su corazón humano "formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre".

A este Corazón queremos venerar durante el mes de junio. A este Corazón hoy mismo queremos hacerle singular fiduciario de nuestros pobres corazones humanos, de los corazones probados de diversas maneras, oprimidos de diversos modos. Y también de los corazones confiados en la potencia del mismo Dios y en la potencia salvífica de la Santísima Trinidad.

María, Madre Virgen, que conoces mejor que nosotros el Corazón Divino de tu Hijo, únete a nosotros hoy en esta adoración a la Santísima Trinidad e igualmente en la humilde oración por la Iglesia y el mundo. Tu sola eres la guía de nuestra plegaria."

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Llenos del Espíritu Santo oremos a nuestro Padre en el Cielo:

 

PATER NOSTER

Pater noster, qui es in cælis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in cælo et in terra.

Panem nostrum quotidianum da nobis hodie. Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem: sed libera nos a malo.

Amen.

Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu Voluntad, en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Amén.



ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES

 POR INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II

Oh Trinidad Santa,  Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de Amor. Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.  Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos. Padrenuestro. Avemaría. Gloria.

 


Se ruega a quienes obtengan gracias por intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni in Laterano 6/A  00184 ROMA . También puede enviar su testimonio  por correo electrónico a la siguiente dirección: postulazione.giovannipaoloii@vicariatusurbis.org


 

Le invitamos a leer en nuestro sitio www.JuanPabloMagno.org los principales aspectos de la Devoción a la Divina Misericordia, según surge de las anotaciones del Diario  "LA DIVINA MISERICORDIA EN MI ALMA" .  Durante la década de 1930, Santa Faustina anotó en su Diario las enseñanzas recibidas directamente de Nuestro Señor Jesucristo en torno a la Divina Misericordia; sus experiencias místicas, así como sus reflexiones y oraciones.  

http://www.juanpablomagno.org/DivinaMisericordia

En dicha dirección podrá leer, meditar e imprimir el siguiente contenido:

LA NOVENA A LA DIVINA MISERICORDIA
LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA
COMO REZAR LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA
LA IMAGEN DE LA DIVINA MISERICORDIA
LA HORA DE LA DIVINA MISERICORDIA
LA DIVINA MISERICORDIA EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

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