1.Esta invocación
de las letanías del Sagrado Corazón encierra en una frase todo el
misterio de Cristo Redentor; nos recuerda las palabras dirigidas por Jesús a
Marta, afligida por la muerte de su hermano Lázaro: "Yo soy la
resurrección y la vida. El que cree en Mi, aunque muera, vivirá" (Jn
11,25).
Jesús es la vida que brota eternamente de la divina fuente del Padre: "En el
principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era
Dios .. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Jn1,1.4).
Jesús es vida en Sí mismo: "Como el Padre tiene vida en
Sí mismo, así también
le ha dado al Hijo tener vida en Si mismo" (Jn 5,26). En Su Corazón la vida divina y la vida humana se unen armónicamente,
en plena e inseparable unidad.
Pero Jesús es también vida para nosotros.
"Dar la vida" es el objetivo de la
misión que Él, Buen Pastor, recibió del Padre: "Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).
2.Jesús es
también la resurrección. Nada es tan radicalmente contrario a la santidad de
Cristo -el Santo del Señor (Lc. 1,35; Me 1,24)- como el pecado; nada es tan
opuesto a Él, fuente de vida, como la muerte.
Un vinculo misterioso une pecado y muerte (Sb 2,24; Rm 5,12; 6,23; etc):
ambas son realidades esencialmente contrarias al proyecto de Dios sobre el
hombre, que no fue hecho para la muerte, sino para la vida. Ante toda expresión de
muerte, el Corazón de Cristo se conmovió profundamente, y por Amor al Padre y
a los hombres, sus hermanos, hizo de su vida un "prodigioso duelo" contra la
muerte (Misal Romano, Secuencia de Pascua): con una palabra restituyó la vida
física a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín, a la hijo de Jairo; con la
fuerza de Su Amor Misericordioso devolvió la vida espiritual a Zaqueo, a María
Magdalena, a la adúltera y a cuantos supieron reconocer su presencia
salvadora.
3.Nadie como María
Santísima ha experimentado que el "Corazón de Jesús es Vida y
Resurrección".
Del Corazón de
Jesús, María Santísima recibió la vida de la gracia original y, en la escucha de
su palabra y en la observación atenta de sus gestos salvíficos, pudo
custodiarla y nutrirla.
Por el Corazón
de Jesús, María Santísima fue asociada de modo singular a la victoria sobre
la muerte: el misterio de Su Asunción en cuerpo y alma al cielo es el
consolador documento de que la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la
muerte se prolonga en los miembros de Su Cuerpo Místico, y, como primero entre
todos, en María, "miembro excelentísimo" de la Iglesia (Lumen Gentiurn, 53).
Glorificada en el
Cielo, la Virgen está, con Su Corazón de Madre, al servició
de la redención obrada por Cristo. La "Madre de la Vida"
está cerca de toda
mujer que da a luz un hijo, está al lado de toda fuente bautismal donde, por
el agua y por el Espíritu (Jn 3,5) nacen los miembros de Cristo. Ella que
es "Salud de los
enfermos", está donde la vida se consume afectada por el dolor y la
enfermedad. Ella que es "Madre de Misericordia" llama a quien ha caído bajo el peso
de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida. Ella que es "Refugio de pecadores"
señala, a quienes se habían alejado de Él, el camino que conduce a Cristo.
Ella que es "Virgen dolorosa" está donde la vida
se apaga.
Invoquémosla con la Iglesia: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".
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