Oraciones para la Hora de la Misericordia
Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, Te suplico e imploro Tu Misericordia para los pecadores. Oh Sacratísimo Corazón, Fuente de Misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza humana. Te pido luz para los pecadores. Oh Jesús, recuerda Tu Amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya. Oh Jesús, cuando considero el alto precio de Tu Sangre, me regocijo en su inmensidad porque una sola gota es suficiente para salvar a todos los pecadores. Aunque el pecado es un abismo de maldad e ingratitud, el precio pagado por nosotros jamás podrá ser igualado (...) El Cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se agotará Tu Misericordia. ¡Oh, que alegría arde en mi corazón, cuando contemplo Tu Bondad inconcebible, oh Jesús mío! Deseo traer a todos los pecadores a Tus pies para que glorifiquen Tu Misericordia por los siglos de los siglos. (Diario, 72)
Hoy Jesús me dijo: "Deseo que conozcas más profundamente el Amor que arde en Mi Corazón por las almas y tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión. Apela a Mi Misericordia para los pecadores, deseo su salvación. Cuando reces esta oración con corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la gracia de la conversión. Esta oración es la siguiente (Diario, 186):
"Oh, Sangre y Agua que brotaste del Sagrado Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros: En Ti confío." (Diario, 187)
Ayúdame, oh Señor, a
que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue
según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo
y acuda a ayudarla.
Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las
necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás
hable negativamente de mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo
y perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de
buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue
sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure
a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi
reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo
sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi
corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán
de mi bondad. Y yo misma me encerrare en Tu Misericordioso Corazón. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.
Que Tu
Misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.
Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El
primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea. El segundo:
la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra de
misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración. Si no
puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo
mostrarla por medio de la oración. Mi oración llega hasta donde
físicamente no puedo llegar.
Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo.
(Diario,
163)
Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero. (Diario, 476).
Oh Dios Eterno, en quien la Misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu Misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu Santa Voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén. (Diario, 950).
Oraciones a María Santísima, Madre de Misericordia
Encíclica "Veritatis splendor" . 6 de agosto de 1993.
María,
Madre de Misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la Cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado
y crezca en la esperanza en Dios,
«rico en Misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que Él le asignó (cf. Ef 2, 10)
y, de esta manera, toda su vida
sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
Oración para la Hora de la Misericordia
Oh Jesús, tu Corazón
Traspasado es el Océano de infinita Misericordia de donde manan,
copiosamente, tu Sangre y Agua. Sangre que libera nuestros pecados.
Agua
que purifica y vivifica nuestros corazones. Tú eres la Fuente abierta de
salvación, en la cual deseamos sumergirnos para ser transformados con el
poder redentor de Tu Misericordia.
Jesús, Tú nos has ofrecido en esta Imagen de tu Corazón Misericordioso
revelada a Santa Faustina, un Recipiente por el cual podemos venir a la
Fuente de Misericordia para recoger, sin límites, gracias abundantes de
conversión, sanación y redención.
¡Oh Jesús, en Ti confío! En Ti confío mi vida entera, mi corazón, mis
temores, mis fragilidades, mis sueños y todos mis sufrimientos, los del
cuerpo y los más íntimos de mi corazón.
¡En Ti confío, Oh Misericordia Divina! Tú que miras mi debilidad con ojos
compasivos; que levantas mi miseria con el poder de Tu Amor; que das vida a
mi esterilidad y que confías en mí a pesar de mí mismo.
En Ti confío, Tú que calmas las tempestades del alma y las grandes tormentas que azotan la barca de nuestras vidas, familias, comunidades y naciones.
En Ti
confío el pasado que de tantas formas nos aplasta; el presente que nos
inquieta y el futuro que tantas veces nos angustia.
¡Oh Corazón Misericordioso! En Tu Llaga bendita nos escondemos,
descubriendo allí nuestro refugio y descanso... nuestra paz. En el inmenso
océano de Tu Corazón, nos sumergimos hoy, nosotros pecadores, esperando
con confianza el don más hermoso de Tu Amor por la humanidad: Tu
Misericordia.
(*) Leída públicamente el 7 de julio, 2003 a las 3:00 PM, en el Santuario de la Divina Misericordia, Cracovia, Polonia
"A las tres, ruega por Mi Misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi Abandono en el momento de Mi Agonía..." (Diario, 1320)
"...Hija Mía, en esa Hora procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de Misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante..."
LAS ESTACIONES DE
LA AGONÍA DE JESÚS (10, 11 y 12)
MEDITACIONES
Y ORACIONES
DEL PAPA JUAN PABLO II
VÍA CRUCIS . VIERNES SANTO 2000 . AÑO SANTO
Señor Jesucristo,
colma nuestros corazones con la Luz de Tu Espíritu Santo,
para que, siguiéndote en Tu último camino,
sepamos cuál es el precio de nuestra redención
y seamos dignos de participar
en los frutos de Tu Pasión, Muerte y Resurrección.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
V/. Adoramus te, Christe, et
benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti
mundum.
"Después de probarlo, no quiso beberlo" (Mt 27,34).
No quiso calmantes, que le habrían nublado la conciencia durante la agonía. Quería agonizar en la Cruz concientemente, cumpliendo la Misión recibida del Padre. Esto era contrario a los métodos usados por los soldados encargados de la ejecución. Debiendo clavar en la cruz al condenado, trataban de amortiguar su sensibilidad y conciencia. En el caso de Cristo no podía ser así. Jesús sabe que Su Muerte en la Cruz debe ser un Sacrificio de Expiación. Por eso quiere mantener despierta la conciencia hasta el final. Sin ésta no podría aceptar, de un modo completamente libre, la plena medida del sufrimiento.
En efecto, Él debe subir a la Cruz para ofrecer el Sacrificio de la Nueva Alianza. Él es Sacerdote. Debe entrar mediante su propia Sangre en la Morada Eterna, después de haber realizado la Redención del mundo (cf. Hb 9, 12). Conciencia y libertad: son los requisitos imprescindibles del actuar plenamente humano. El mundo conoce tantos medios para debilitar la voluntad y ofuscar la conciencia. Es necesario defenderlas celosamente de todas las violencias. Incluso el esfuerzo legítimo por atenuar el dolor debe realizarse siempre respetando la dignidad humana. Hay que comprender profundamente el Sacrificio de Cristo, es necesario unirse a Él para no rendirse, para no permitir que la vida y la muerte pierdan su valor.
ORACIÓN
Señor Jesús,
que con total entrega has aceptado la muerte de Cruz
por nuestra salvación,
haznos a nosotros y a todos los hombres del mundo
partícipes de Tu Sacrificio en la Cruz,
para que nuestro existir y nuestro obrar
tengan la forma de una participación libre y consciente
en tu Obra de Salvación.
A Ti, Jesús, Sacerdote y Víctima,
Honor y Gloria por los siglos.
R./. Amén.
DECIMOPRIMERA ESTACIÓN:
JESÚS ES
CLAVADO EN LA CRUZ
V/. Adoramus te, Christe, et
benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti
mundum.
"Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis huesos" (Sal 21[22], 17-18).
Se cumplen las palabras del profeta. Comienza la ejecución. Los golpes de los soldados aplastan contra el madero de la Cruz las manos y los pies del Condenado. En las muñecas de las manos, los clavos penetran con fuerza. Esos clavos sostendrán al Condenado entre los indescriptibles tormentos de la Agonía. En su Cuerpo y en su espíritu de gran sensibilidad, Cristo sufre lo indecible. Junto a Él son crucificados dos verdaderos malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Se cumple así la profecía: "con los rebeldes fue contado" (Is 53,12).
Cuando los soldados levanten la Cruz, comenzará una Agonía que durará tres horas. Es necesario que se cumpla también esta palabra: "Y Yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí" (Jn 12, 32). ¿Qué es lo que "atrae" de este Condenado Agonizante en la Cruz? Ciertamente, la vista de un sufrimiento tan intenso despierta compasión. Pero la compasión es demasiado poco para mover a unir la propia vida a Aquél que está suspendido en la Cruz.
¿Cómo explicar que, generación tras generación, esta terrible visión haya atraído a una multitud incontable de personas, que han hecho de la Cruz el distintivo de su fe? ¿De hombres y mujeres que durante siglos han vivido y dado la vida mirando este signo?
Cristo atrae desde la Cruz con la fuerza del Amor.
Del Amor Divino, que ha llegado hasta del don total de Sí Mismo.
Del Amor Infinito, que en la Cruz ha levantado de la tierra el peso del Cuerpo de Cristo, para contrarrestar el peso de la culpa antigua.
Del Amor Ilimitado, que ha colmado toda ausencia de amor y ha permitido que el hombre nuevamente encuentre refugio entre los brazos del Padre Misericordioso.
¡Que Cristo Elevado en la Cruz nos atraiga también a nosotros, hombres y mujeres del nuevo milenio! Bajo la sombra de la Cruz, "vivimos en el Amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma" (Ef 5,2).
ORACIÓN
Cristo Elevado,
Amor Crucificado,
llena nuestros corazones de Tu Amor,
para que reconozcamos en Tu Cruz
el signo de nuestra redención
y, atraídos por Tus Heridas,
vivamos y muramos Contigo,
que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo,
ahora y por los siglos de los siglos.
R./. Amén.
DECIMOSEGUNDA ESTACIÓN:
JESÚS MUERE EN LA
CRUZ
V/. Adoramus te, Christe, et
benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
En el cúlmen de la Pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en especial a los que son la causa de Su Sufrimiento y Su Agonía. Él sabe que el hombre, más que de cualquier otra cosa, tiene necesidad de Amor; tiene necesidad de la Misericordia que en este momento se derrama en el mundo.
"Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43).
Así responde Jesús a la petición del malhechor que estaba a su derecha: "Jesús, acuérdate de mí cuando estés en Tu Reino" (Lc 23,42) . La promesa de una nueva vida. Éste es el primer fruto de la Pasión y de la inminente Muerte de Cristo. Una palabra de esperanza para el hombre.
A
los pies de la Cruz estaba la Madre, y a su lado el discípulo, Juan
evangelista. Jesús dice: "Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al
discípulo: Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19,26-27). "Y desde aquella hora el
discípulo La acogió en su casa" (Jn 19,27). Es el Testamento para las
personas que más amaba.
El Testamento para la Iglesia. Jesús al morir quiere que el Amor Maternal de
María abrace a todos por los
que Él da la vida, a toda la humanidad.
Poco después, Jesús exclama: "Tengo sed" (Jn 19,28). Palabra que deja ver la
sed ardiente que quema todo Su Cuerpo. Es la única palabra que manifiesta
directamente su sufrimiento físico.
Después Jesús añade: "¡Dios mio, Dios mío!
¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; cf. Sal 21 [22], 2); son las palabras
del Salmo con el que Jesús ora. La frase, no obstante la apariencia,
manifiesta su unión profunda con el Padre.
En los últimos instantes de su vida terrena, Jesús dirige su pensamiento al
Padre. El diálogo se desarrollará ya sólo entre el Hijo que muere y el Padre
que acepta Su Sacrificio de Amor.
Cuando llega la hora de nona, Jesús grita: "¡Todo está cumplido!"
(Jn 19,30).
Ha llevado a cumplimiento la obra de la Redención. La Misión, para la que vino
a la tierra, ha alcanzado su propósito.
Lo demás pertenece al Padre:´"Padre, a tus manos encomiendo Mi espíritu" (Lc 23,46). Dicho esto, expiró.
"El velo del Templo se rasgó en dos..." (Mt 27,51).
El "santo de los santos" en el templo de Jerusalén se abre en el momento en
que entra el Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza.
ORACIÓN
Señor Jesucristo,
Tú que en el momento de la Agonía
no has permanecido indiferente a la suerte del hombre
y con Tu último Respiro
has confiado con Amor a la Misericordia del Padre
a los hombres y mujeres de todos los tiempos
con sus debilidades y pecados,
llénanos a nosotros y a las generaciones futuras
de Tu Espíritu de Amor,
para que nuestra indiferencia
no haga vanos en nosotros los frutos de Tu Muerte.
A Ti, Jesús Crucificado,
Sabiduría y Poder de Dios,
Honor y Gloria por los siglos de los siglos.
R/.Amén.
LAS ESTACIONES
DE LA AGONÍA DE JESÚS (10, 11 y 12)
MEDITACIONES Y ORACIONES DE SAN JOSEMARÍA
Señor mío y Dios mío, bajo la mirada amorosa de nuestra Madre, nos disponemos a acompañarte por el camino de dolor, que fue precio de nuestro rescate. Queremos sufrir todo lo que Tú sufriste, ofrecerte nuestro pobre corazón, contrito, porque eres inocente y vas a morir por nosotros, que somos los únicos culpables. Madre mía, Virgen Dolorosa, ayúdame a revivir aquellas horas amargas que Tu Hijo quiso pasar en la tierra, para que nosotros, hechos de un puñado de lodo, viviésemos al fin en la libertad y gloria de los hijos de Dios.
DECIMOPRIMERA
ESTACION: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
DECIMOSEGUNDA ESTACION:
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
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