MEMORIA DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

ESTACIÓN DE LA ANASTASIS

Lectura del Evangelio según San Lucas 24, 1-12

El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite"». Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los once y a los demás. María Magdalena, Juana y María, la Madre de Santiago, y las demás que estaban con ellas contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos, y se volvió a su casa asombrado por lo sucedido.

HIMNO DE LAUDES

SEMANA IV . DOMINGO

Es la Pascua real, no ya la sombra,
la verdadera Pascua del Señor;
la sangre del pasado es sólo un signo,
la mera imagen de la gran unción.

En verdad, Tú, Jesús, nos protegiste
con tus sangrientas manos paternales;
envolviendo en tus alas nuestras almas,
la verdadera alianza Tú sellaste.

Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne
reconciliada con tu Padre eterno;
y, desde arriba, vienes a llevarnos
a la danza festiva de tu Cielo.

Oh gozo universal, Dios se hizo hombre
para unir a los hombres con su Dios;
se rompen las cadenas del infierno,
y en los labios renace la canción.

Cristo, Rey eterno, te pedimos
que guardes con tus manos a tu Iglesia,
que protejas y ayudes a tu pueblo
y que venzas con él a las tinieblas. Amén.


MEDITACIÓN:

EL ESPÍRITU SANTO EN LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Juan Pablo II. Audiencia 8 de agosto de 1990

1. El Apóstol Pedro afirma en su primera carta: 'Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el Espíritu' (1 Pe 3, 18). También el Apóstol Pablo afirma la misma verdad en la introducción a la carta a los Romanos, donde se presenta como el anunciador del Evangelio de Dios mismo. Y escribe: 'El Evangelio... acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro' (1, 3-4). A este respecto escribí en la Encíclica Dominum et vivificantem: 'Puede decirse, por consiguiente, que la elevación mesiánica de Cristo por el Espíritu Santo alcanza su cúlmen en la Resurrección, en la cual se revela también como Hijo de Dios lleno de poder ' (n. 24).
Los estudiosos opinan que en este pasaje de la carta a los Romanos, así como en el de la carta de Pedro (3, 18; 4, 6), se halla contenida una profesión de fe anterior, recogida por los dos Apóstoles de la fuente viva de la primera comunidad cristiana. En esa profesión de fe se encuentra, entre otras, la afirmación según la cual el Espíritu Santo que actúa en la Resurrección es el 'Espíritu de santificación'. Por consiguiente, podemos decir que Cristo, que en el momento de su concepción en el seno de María por obra del Espíritu Santo ya era el Hijo de Dios, en la Resurrección es 'constituido' fuente de vida y de santidad -'lleno de poder de santificación'- por obra del mismo Espíritu Santo.
Así se revela en todo su significado el gesto que Jesús realiza la misma tarde del día de la Resurrección, 'el primer día de la semana', cuando, al aparecerse a los Apóstoles, les muestra las manos y el costado, sopla sobre ellos y les dice: 'Recibid el Espíritu Santo' (Jn 20, 22).
2. A este respecto merece especial atención la primera Carta de Pablo a los Corintios. En ella se encuentra la primera anotación histórica acerca de los testimonios sobre la Resurrección de Cristo: 'Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce' (15, 3-5). En este punto el Apóstol enumera diversas Cristofanías que tuvieron lugar tras la Resurrección recordando al final la que él mismo había experimentado (Cfr. Is 41,1).
Se trata de un texto muy importante que documenta no sólo la persuasión que tenían los primeros cristianos de la Resurrección de Cristo, sino también la predicación de los Apóstoles, la tradición en formación, y el mismo contenido pneumatológico y escatológico de aquella fe de la Iglesia primitiva.
En efecto, en su carta, relacionando la Resurrección de Cristo con la fe en la universal 'resurrección del cuerpo', el Apóstol establece la relación entre Cristo y Adán en estos términos: 'Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente, el último Adán, espíritu que da vida' (15, 45). Al afirmar que Adán fue hecho 'alma viviente', Pablo cita el texto del Génesis según el cual Adán fue hecho 'alma viviente' gracias al 'aliento de vida' que Dios 'insufló en sus narices' (Gen 2, 7); después, Pablo sostiene que Jesucristo, como hombre resucitado, supera a Adán, pues posee la plenitud del Espíritu Santo, que debe dar vida al hombre de un modo nuevo para así convertirlo en un ser espiritual. El hecho de que el nuevo Adán haya llegado a ser 'espíritu que da vida' no significa que se identifique como persona con el Espíritu Santo que 'da la vida' (divina), sino que, al poseer como hombre la plenitud de este Espíritu, lo da a los Apóstoles, a la Iglesia y a la humanidad. Es 'espíritu que da vida' por medio de su Muerte y de su Resurrección, es decir, por medio del sacrificio ofrecido en la Cruz.
3. El texto del Apóstol forma parte de la instrucción de Pablo sobre el destino del cuerpo humano, del que es principio vital el alma (psyche en griego, refesh en hebreo: cfr. Gen 2, 7). Es un principio natural; en el momento de la muerte el cuerpo aparece abandonado por él. Ante el hecho de la muerte se plantea, como problema de existencia antes que de reflexión filosófica, el interrogante sobre la inmortalidad.
Según el Apóstol, la Resurrección de Cristo responde a este interrogante con una certeza de fe. El Cuerpo de Cristo, colmado de Espíritu Santo en la Resurrección, es la fuente de la nueva vida de los cuerpos resucitados: 'Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual' (1 Cor 15, 44). El cuerpo 'natural' (es decir, animado por la psyche) está destinado a desaparecer para dejar lugar al cuerpo 'espiritual', animado por el pneuma, el Espíritu, que es principio de vida nueva ya durante la actual vida mortal (Cfr. Rom 1,9; 5, 5), pero alcanzará su plena eficacia después de la muerte. Entonces será autor de la resurrección del 'cuerpo natural' en toda la realidad del 'cuerpo pneumático' mediante la unión con Cristo resucitado (Cfr. Rom 1, 4; 8, 11), hombre celeste y 'Espíritu que da vida' (1 Cor 15, 45-49)
La futura resurrección de los cuerpos está, por tanto, vinculada a su espiritualización a semejanza del Cuerpo de Cristo, vivificado por el poder del Espíritu Santo. Ésta es la respuesta del Apóstol al interrogante que él mismo se plantea: '¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida?' (1 Cor 15, 35). ' ¡Necio! .exclama Pablo.. Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que v brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra planta. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad... Así también en la resurrección de los muertos: ... se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual' (1 Cor 15, 36.44).
4. Por tanto, según el Apóstol, la vida en Cristo es al mismo tiempo la vida en el Espíritu Santo: 'Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece (a Cristo)' (Rom 8, 9). La verdadera libertad se halla en Cristo y en su Espíritu, 'porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte' (Rom 8, 2). La santificación en Cristo es al mismo tiempo la santificación en el Espíritu Santo (Cfr., por ejemplo, 1 Cor 1, 2; Rom 15, 16) . Si Cristo 'intercede por nosotros' (Rom 8, 34), entonces también el Espíritu Santo 'intercede por nosotros con gemidos inefables... Intercede a favor de los santos según Dios' (Rom 8, 6.27) .
Como se puede deducir de estos textos paulinos, el Espíritu Santo, que ha actuado en la Resurrección de Cristo, ya infunde en el cristiano la nueva vida, en la perspectiva escatológica de la futura resurrección. Existe una continuidad entre la Resurrección de Cristo, la vida nueva del cristiano liberado del pecado y hecho participe del misterio pascual, y la futura reconstrucción de la unidad de cuerpo y alma en la resurrección tras la muerte: el autor de todo el desarrollo de la vida nueva en Cristo es el Espíritu Santo.
5. Se puede decir que la misión de Cristo alcanza realmente su cúlmen en el misterio pascual, donde la estrecha relación entre la cristología y la pneumatología se abre, ante la mirada del creyente y ante la investigación del teólogo, al horizonte escatológico. Pero esta perspectiva incluye también el plano eclesiológico: porque 'la Iglesia anuncia... al que da la vida: el Espíritu vivificante; lo anuncia y coopera con Él en dar la vida. En efecto, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia' (Rom 8,10) realizada por Cristo crucificado y resucitado. Y en nombre de la Resurrección de Cristo, la Iglesia sirve a la vida que proviene de Dios mismo, en intima unión y humilde servicio al Espíritu Santo' (Dominum et vivificantem, 58).
6. En el centro de este servicio se encuentra la Eucaristía. Este sacramento, en el que continúa y se renueva sin cesar el don redentor de Cristo, contiene al mismo tiempo el poder vivificante del Espíritu Santo. La Eucaristía es, por tanto, el Sacramento en el que el Espíritu Santo sigue obrando y 'revelándose' como principio vital del hombre en el tiempo y en la eternidad. Es fuente de luz para la inteligencia y de fuerza para la conducta, según la palabra de Jesús en Cafarnaún: 'El Espíritu es el que da vida... Las palabras que os he dicho (acerca del pan bajado del Cielo) son espíritu y vida' (Jn 6, 63).

ORACIÓN

Dios Padre Misericordioso, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna; concede a quienes celebramos la Resurrección de Cristo, resucitar también a una nueva vida, renovados por la gracia del Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.


ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES

POR INTERCESIÓN DEL BEATO JUAN PABLO II

Oh Trinidad Santa, te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo. Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.

Padrenuestro. Avemaría. Gloria.


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