Pater noster, qui es in cælis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum
tuum. Fiat voluntas tua, sicut in cælo et in terra.
Panem nostrum quotidianum da nobis hodie. Et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem:
sed libera nos a malo.
Amen.
Padre nuestro, que
estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro
pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a
los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Amén.
LA EUCARISTÍA
ABRE AL FUTURO DE DIOS
Audiencia del miércoles 25
de octubre de 2000
1."En la liturgia terrena
pregustamos y participamos en la liturgia celeste" (Sacrosanctum
Concilium, 8; cf. Gaudium et spes, 38). Estas
palabras tan claras y esenciales del concilio Vaticano II nos
presentan una dimensión fundamental de la Eucaristía: es "futurae
gloriae pignus", prenda de la gloria futura,
según una hermosa expresión de la tradición cristiana (cf.
Sacrosanctum Concilium, 47). "Este sacramento no nos
introduce inmediatamente en la gloria, pero nos da la fuerza
para llegar a la gloria y por eso se le llama "viático""
(Santo Tomás de Aquino, Summa Theol., III, 79, 2, ad 1).
La comunión con Cristo que vivimos ahora mientras somos
peregrinos y caminantes por las sendas de la historia anticipa
el encuentro supremo del día en que "seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es" (1 Jn 3, 2).
Elías, que, caminando por el desierto, se sienta sin fuerzas
bajo una retama y es fortalecido por un pan misterioso hasta
llegar a la cumbre del encuentro con Dios (cf. 1 R 19,
1-8) es un símbolo tradicional del itinerario de los fieles,
que en el pan eucarístico encuentran la fuerza para caminar
hacia la meta luminosa de la ciudad santa.
2. También este es el sentido profundo del maná dado por Dios en
las estepas del Sinaí, "pan de los ángeles", que podía brindar
todas las delicias y satisfacer todos los gustos, manifestación
de la dulzura de Dios para con sus hijos (cf. Sb 16,
20-21). Cristo mismo pondrá de relieve este significado
espiritual del evento del Éxodo. Es Él quien nos hace gustar en
la Eucaristía el doble sabor de pan del peregrino y de
alimento de la plenitud mesiánica en la eternidad (cf. Is
25, 6). Utilizando una expresión dedicada a la liturgia sabática
judía, la Eucaristía es "gustar la eternidad en el tiempo" (A.
J. Heschel). Como Cristo vivió en la carne permaneciendo en
la gloria de Hijo de Dios, así la Eucaristía es presencia divina
y trascendente, comunión con lo eterno, signo de la
"compenetración de la ciudad terrena y la ciudad celeste"(Gaudium et spes, 40). Por su naturaleza, la
Eucaristía, memorial de la Pascua de Cristo, introduce lo eterno
y lo infinito en la historia humana.
3. Las palabras que Jesús pronuncia sobre el cáliz del vino en
la última Cena (cf. Lc 22, 20; 1 Co 11, 25)
ilustran este aspecto que abre la Eucaristía al futuro de Dios,
aun dejándola anclada en la realidad presente. San Marcos y san
Mateo evocan en esas mismas palabras la alianza en la sangre de
los sacrificios del Sinaí (cf. Mc 14, 24; Mt
26, 28; Ex 24, 8). San Lucas y San Pablo, por el
contrario, revelan el cumplimiento de la "nueva alianza"
anunciada por el profeta Jeremías: "He aquí que vienen
días -oráculo de Yahveh- en que yo pactaré con la casa de
Israel, y con la casa de Judá, una nueva alianza; no como la
alianza que pacté con sus padres" (Jr 31, 31-32). En
efecto, Jesús declara. "Este cáliz es la nueva alianza en
mi sangre". "Nuevo", en lengua bíblico, indica
generalmente progreso, perfección definitiva.
Son también San Lucas y San Pablo quienes subrayan que la
Eucaristía es anticipación del horizonte de luz gloriosa propia
del reino de Dios. Antes de la última Cena, Jesús declara: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle
su cumplimiento en el reino de Dios. Y, tomando el cáliz, dadas
las gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros;
porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del
producto de la vid hasta que llegue el reino de Dios" (Lc
22, 15-18). También San Pablo recuerda explícitamente que la
cena eucarística está orientada hacia la última venida del
Señor: "Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz,
anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga" (1 Co
11, 26).
4. El cuarto evangelista, San Juan, destaca esta orientación
de la Eucaristía hacia la plenitud del Reino de Dios dentro del
célebre discurso sobre el "pan de vida" que Jesús pronuncia en
la sinagoga de Cafarnaúm. El símbolo que utiliza como punto
de referencia bíblico es, como ya hemos mencionado, el del maná
dado por Dios a Israel peregrino en el desierto. A propósito de
la Eucaristía Jesús afirma solemnemente: "Si uno come de
este pan, vivirá para siempre (...). El que come mi carne y bebe
mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día
(...). Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron
vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá
para siempre" (Jn 6, 51. 54. 58). La "vida
eterna", en el lenguaje del cuarto evangelio, es la misma vida
divina que rebasa las fronteras del tiempo. La Eucaristía, al
ser comunión con Cristo, es también participación en la vida de
Dios, que es eterna y vence la muerte. Por eso Jesús
declara: "Esta es la voluntad del que me ha enviado; que
no pierda nada de lo que Él me ha dado, sino que lo resucite el
último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el
que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo lo
resucite el último día" (Jn 6, 39-40).
5. Desde esta perspectiva, como decía sugestivamente un teólogo
ruso, Sergej Bulgakov, "la liturgia es el cielo en la tierra".
Por eso, en la Carta Apostólica Dies Domini,
recogiendo palabras de Pablo VI, exhorté a los cristianos a no
abandonar "este encuentro, este banquete que Cristo nos prepara
con su amor. ¡Que la participación sea muy digna y festiva a la
vez! Cristo, crucificado y glorificado, viene en medio de sus
discípulos para conducirlos juntos a la renovación de su
resurrección. Es la cumbre, aquí abajo, de la alianza de amor
entre Dios y su pueblo: signo y fuente de alegría cristiana,
preparación para la fiesta eterna" (n. 58; cf. Gaudete in
Domino, conclusión).
ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa,
te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al
Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la
ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del
Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en
la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús
Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santos.
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Con aprobación eclesiástica
CARD. CAMILLO RUINI Vicario General de Su Santidad
para la Diócesis de Roma
Se ruega a quienes obtengan gracias por
intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador
de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni
in Laterano 6/A 00184 ROMA . También puede enviar su testimonio por correo
electrónico a la siguiente dirección:
postulazione.giovannipaoloii@vicariatusurbis.org