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Catequesis
sobre DIOS
PADRE
por el Siervo de Dios
JUAN PABLO II
(en el siglo Karol Wojtyla)
Sumo Pontífice
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DIOS PADRE ENTREGÓ A SU UNIGÉNITO
AL MUNDO SOLAMENTE POR MEDIO DE MARÍA
Dios
Padre entregó su Unigénito al mundo solamente por
medio de María. Por más suspiros que hayan exhalado los
patriarcas, por más ruegos que hayan elevado los profetas y
santos de la antigua ley durante 4,000 años a fin de obtener
dicho tesoro, solamente María lo ha merecido y ha hallado
gracia delante de Dios por la fuerza de su plegaria y la
elevación de sus virtudes. El mundo era indigno dice San
Agustín de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de manos
al Padre, Quien lo entregó a María para que el mundo lo
recibiera por medio de Ella.
Dios Hijo se hizo hombre para nuestra
salvación, pero en María y por María.
Dios Espíritu Santo formó a Jesucristo en
María, pero después de haberle pedido consentimiento por
medio de los primeros ministros de su corte. (n.16)
Dios Padre comunicó a María su fecundidad,
en cuanto una pura creatura era capaz de recibirla para que
pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su
Cuerpo Místico. (n.17)
Dios Hijo descendió al seno virginal de
María como nuevo Adán a su paraíso terrestre, para
complacerse y realizar allí secretamente maravillas de
gracia.
· Este Dios hombre encontró su libertad en dejarse
aprisionar en su seno.
· Manifestó su poder dejándose llevar por esta jovencita;
· Cifró su gloria y la de su Padre en ocultar sus
resplandores a todas las creaturas de la tierra, para no
revelarlos sino a María.
· Glorificó su propia independencia y majestad, sometiéndose
a esta Virgen amable en la concepción, nacimiento,
presentación en el templo, vida oculta de treinta años,
hasta la muerte, a la que Ella debía asistir, para ofrecer
con Ella un solo sacrifico y ser inmolado por su
consentimiento al Padre eterno, como en otro tiempo Isaac
por la obediencia de Abraham a la voluntad de Dios.
Ella le amamantó, alimentó, cuidó, educó y sacrificó por
nosotros.
¡Oh admirable e
incomprensible dependencia de un Dios! Para mostrarnos su
precio y gloria infinita, el Espíritu Santo no pudo pasarla
en silencio en el Evangelio, a pesar de habernos ocultado
casi todas las cosas admirables que la Sabiduría encarnada
realizó durante su vida oculta. Jesucristo dio mayor gloria
a Dios, su Padre, por su sumisión a María durante treinta
años que la que le hubiera dado convirtiendo al mundo entero
con los milagros más portentosos.
¡Oh! ¡Cuán
altamente glorificamos a Dios, cuando para agradarle nos
sometemos a María, a ejemplo de Jesucristo, nuestro único
modelo! (n.18)
Si examinamos de cerca el resto de la vida de Jesucristo,
veremos que ha querido inaugurar sus milagros por medio de
María.
Por la palabra de Ella santificó a San Juan en el seno de
Santa Isabel, su madre, habló María, y Juan quedó
santificado. Este fue su primero y mayor milagro en el orden
de la gracia.
Ante la humilde plegaria de María, convirtió el agua en vino
en las bodas de Caná. Era su primer milagro en el orden de
la naturaleza. Comenzó y continuó sus milagros por medio de
María y por medio de Ella los continuará hasta el fin de los
siglos. (n.19)
(San Luis
María Grignión de Monfort . Tratado de la verdadera devoción
a la Santísima Virgen". puntos 16, 17, 18 y 19.) |
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MARÍA EN EL CAMINO HACIA EL PADRE
Audiencia del miércoles 12de enero de 2000
1. Completando nuestra reflexión sobre María al
concluir el ciclo de catequesis dedicado al Padre, hoy queremos
subrayar su papel en nuestro camino hacia el Padre.
Él mismo quiso la presencia de María en la historia de la
salvación. Cuando decidió enviar a su Hijo al mundo, quiso que
viniera a nosotros naciendo de una mujer (cf. Ga 4, 4). Así
quiso que esta mujer, la primera que acogió a su Hijo, lo
comunicara a toda la humanidad.
Por tanto, María se encuentra en el camino que va desde el Padre a
la humanidad como Madre que da a todos a su Hijo, el Salvador. Al
mismo tiempo, está en el camino que los hombres deben recorrer
para ir al Padre, por medio de Cristo en el Espíritu (cf. Ef
2, 18).
2. Para comprender la presencia de María en el itinerario hacia el
Padre debemos reconocer, con todas las Iglesias, que Cristo es "el
camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6) y que
Cristo es el único Mediador
entre Dios y los hombres (cf. 1 Tm 2, 5). María se halla
insertada en la única mediación de Cristo y está totalmente a su
servicio. Por consiguiente, como subrayó el Concilio en la
Lumen gentium,
"la misión maternal de María para con los
hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única
mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia" (n. 60). No
afirmamos un papel de María en la vida de la Iglesia fuera de la
mediación de Cristo o junto a Ella, como si se tratara de una
mediación paralela o en competencia con la de Cristo.
Como afirmé expresamente en la encíclica
Redemptoris Mater,
la mediación materna de María "es mediación en Cristo"
(n.
38) (*). El Concilio explica: "Todo el influjo de la
Santísima Virgen
en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna
necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la
sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su
mediación, depende totalmente de ella, y de ella saca toda su
eficacia; favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata
de los creyentes con Cristo" (Lumen gentium, 60).
También María fue redimida por Cristo; más aún, es la primera de
los redimidos, dado que la gracia que Dios Padre le concedió al
inicio de su existencia se debe "a los méritos de Jesucristo,
Salvador del género humano", como afirma la bula Ineffabilis
Deus del Papa Pío IX (DS 2803). Toda la cooperación de
María en la salvación está fundada en la mediación de Cristo, la
cual, como precisa también el Concilio, "no excluye sino que
suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de
la única fuente" (Lumen gentium, 62).
La mediación de María, considerada desde esta perspectiva, se
presenta como el fruto más alto de la mediación de Cristo y está
esencialmente orientada a hacer más íntimo y profundo nuestro
encuentro con Él: "La Iglesia no duda en atribuir a María esta
misión subordinada, la experimenta sin cesar y la recomienda al
corazón de sus fieles para que, apoyados en su protección
maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador" (ib.).
3. En realidad, María no quiere atraer la atención hacia su
persona. Vivió en la tierra con la mirada fija en Jesús y en el
Padre celestial. Su deseo más intenso consiste en hacer que las
miradas de todos converjan en esa misma dirección. Quiere promover
una mirada de fe y de esperanza en el Salvador que nos envió el
Padre.
Fue modelo de una mirada de fe y de esperanza sobre todo cuando,
en la tempestad de la Pasión de su Hijo, conservó en su corazón
una fe total en Él y en el Padre. Mientras los discípulos,
desconcertados por los acontecimientos, quedaron profundamente
afectados en su fe, María, a pesar de la prueba del dolor,
permaneció íntegra en la certeza de que se realizaría la
predicción de Jesús: "El Hijo del hombre (...) al tercer día
resucitará" (Mt 17, 22-23). Una certeza que no la abandonó
ni siquiera cuando acogió entre sus brazos el cuerpo sin vida de
su Hijo crucificado.
4. Con esta mirada de fe y de esperanza, María impulsa a la
Iglesia y a los creyentes a cumplir siempre la voluntad del
Padre, que nos ha manifestado Cristo.
Las palabras que dirigió a los sirvientes, para el milagro de Caná,
las repite a todas las generaciones de cristianos: "Haced lo que
Él os diga" (Jn 2, 5).
Los sirvientes siguieron su consejo y llenaron las tinajas hasta
el borde. Esa misma invitación nos la dirige María hoy a nosotros.
Es una exhortación a entrar en el nuevo período de la historia con
la decisión de realizar todo lo que Cristo dijo en el Evangelio en
nombre del Padre y actualmente nos sugiere mediante el Espíritu
Santo, que habita en nosotros.
Si hacemos lo que nos dice Cristo, el milenio que comienza podrá
asumir un nuevo rostro, más evangélico y más auténticamente
cristiano, y responder así a la aspiración más profunda de María.
5. Por consiguiente, las palabras: "Haced lo que
Él os diga",
señalándonos a Cristo, nos remiten también al Padre, hacia el que
nos encaminamos. Coinciden con la voz del Padre que resonó en el
monte de la Transfiguración: "Este es mi Hijo amado (...),
escuchadlo" (Mt 17, 5). Este mismo Padre, con la palabra de
Cristo y la luz del Espíritu Santo, nos llama, nos guía y nos
espera.
Nuestra santidad consiste en hacer todo lo que el Padre nos dice.
El valor de la vida de María radica precisamente en el
cumplimiento de la voluntad divina. Acompañados y sostenidos por
María, con gratitud recibimos el nuevo milenio de manos del Padre
y nos comprometemos a corresponder a su gracia con entrega humilde
y generosa.
38. La
Iglesia sabe y enseña con San Pablo que uno solo es nuestro
mediador: « Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre
Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a
sí mismo como rescate por todos » (1 Tm 2, 5-6). «
La misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni
disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes
bien sirve para demostrar su poder » es mediación en Cristo.
La
Iglesia sabe y enseña que « todo el influjo salvífico de la
Santísima Virgen sobre los hombres ... dimana del divino
beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo;
se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y
de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión
inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta » Este saludable
influjo está mantenido por el Espíritu Santo, quien, igual que
cubrió con su sombra a la Virgen María comenzando en ella la
maternidad divina, mantiene así continuamente su solicitud hacia
los hermanos de su Hijo.
Efectivamente, la mediación de María está íntimamente unida a
su maternidad y posee un carácter específicamente materno que
la distingue del de las demás criaturas que, de un modo diverso y
siempre subordinado, participan de la única mediación de Cristo,
siendo también la suya una mediación participada. En efecto, si «
jamás podrá compararse criatura alguna con el Verbo encarnado y
Redentor », al mismo tiempo « la única mediación del Redentor no
excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de
cooperación, participada de la única fuente »; y así « la
bondad de Dios se difunde de distintas maneras sobre las criaturas
».
La
enseñanza del Concilio Vaticano II presenta la verdad sobre la
mediación de María como una participación de esta única fuente
que es la mediación de Cristo mismo. Leemos al respecto: « La
Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la
experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los
fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan
con mayor intimidad al Mediador y Salvador » Esta función es, al
mismo tiempo, especial y extraordinaria. Brota de su
maternidad divina y puede ser comprendida y vivida en la fe,
solamente sobre la base de la plena verdad de esta maternidad.
Siendo María, en virtud de la elección divina, la Madre del Hijo
consubstancial al Padre y « compañera singularmente generosa » en
la obra de la redención, es nuestra madre en el orden de la gracia
». Esta función constituye una dimensión real de su presencia en
el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia.(Redemptoris Mater,38)
ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa,
te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al
Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la
ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del
Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en
la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús
Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santos.
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Con aprobación eclesiástica
CARD. CAMILLO RUINI
Vicario General de Su Santidad
para la Diócesis de Roma
Se ruega a quienes obtengan gracias por
intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador
de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni
in Laterano 6/A 00184 ROMA . También puede enviar su testimonio por correo
electrónico a la siguiente dirección:
postulazione.giovannipaoloii@vicariatusurbis.org
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