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(en el siglo Karol Wojtyla)
Sumo Pontífice
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DIOS PADRE CREÓ UN DEPÓSITO DE
TODAS LAS AGUAS Y LO LLAMO MAR. CREÓ UN DEPÓSITO DE TODAS LAS GRACIAS Y LO LLAMO
MARÍA
Dios
Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó
mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó María.
El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en
el que ha encerrado lo más hermoso, refulgente, raro y
precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso
tesoro es María, a quien los santos llaman el tesoro del
Señor, de cuya plenitud se enriquecen los hombres. (n.23)
Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió
mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes
admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre
le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a
sus miembros, les comunica virtudes y les distribuye sus
gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto,
por el cual hace pasar suave y abundantemente sus
misericordias. (n.24)
Dios Espíritu Santo comunicó a su fiel Esposa,
María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de
cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere,
cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y
gracias. Y no se concede a los hombres ningún don celestial
que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la
voluntad de Dios que quiere que todo lo tengamos por María.
Y porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el
Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y
ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos son
los sentimientos de la iglesia y de los Santos Padres.
(n.25)
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MARÍA, HIJA PREDILECTA DEL PADRE
Audiencia del miércoles 5 de enero de 2000
1. Pocos días después de la inauguración del
gran jubileo, me alegra iniciar hoy la primera audiencia general
del año 2000 expresando a todos los presentes mi más cordial deseo
para el Año jubilar: que constituya realmente un "tiempo fuerte"
de gracia, reconciliación y renovación interior.
El año pasado, el último de los que dedicamos a la preparación
inmediata del jubileo, profundizamos juntos en el misterio del
Padre. Hoy, al concluir ese ciclo de reflexiones y casi como una
especial introducción a las catequesis del Año
santo, queremos hablar una vez más con amor sobre la persona de
María.
En ella, "Hija predilecta del Padre" (Lumen gentium, 53)
(*),
se manifestó el plan divino de amor para la humanidad. El Padre,
al destinarla a convertirse en la Madre de su Hijo, la eligió
entre todas las criaturas y la elevó a la más alta dignidad y
misión al servicio de su pueblo.
Este plan del Padre comienza a manifestarse en el "Protoevangelio",
cuando, después de la caída de Adán y Eva, Dios anuncia que
pondrá enemistad entre la serpiente y la mujer: el hijo de la
mujer aplastará la cabeza de la serpiente (cf. Gn 3, 15).
La promesa comienza a realizarse en la Anunciación, cuando el
Ángel dirige a María la propuesta de convertirse en Madre del
Salvador.
2. "Alégrate, llena de gracia" (Lc 1, 28). Las primeras
palabras que el Padre dirige a María, a través del Ángel, son una
fórmula de saludo que se puede entender como una invitación a la
alegría, invitación que recuerda la que dirigió a todo el pueblo
de Israel el profeta Zacarías: "¡Alégrate sobremanera, hija de Sión; grita de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti
tu rey" (Za 9, 9; cf. también So 3, 14-18). Con
estas primeras palabras dirigidas a María, el Padre revela su
intención de comunicar a la humanidad la alegría verdadera y
definitiva. La alegría propia del Padre, que consiste en tener a
su lado al Hijo, es ofrecida a todos, pero ante todo es
encomendada a María, para que desde Ella se difunda a la comunidad
humana.
3. En María la invitación a la alegría está vinculada al don
especial que había recibido del Padre: "Llena de gracia". La
expresión griega, con acierto, suele traducirse "llena de gracia",
pues se trata de una abundancia que alcanza su máximo grado.
Podemos notar que la expresión suena como si constituyera el
nombre mismo de María, el "nombre" que le dio el Padre desde el
origen de su existencia. En efecto, desde su concepción su alma
está colmada de todas las bendiciones, que le permitirán un camino
de eminente santidad a lo largo de toda su existencia terrena. En
el rostro de María se refleja el rostro misterioso del Padre.
La
ternura infinita de Dios-Amor se revela en los rasgos maternos de
la Madre de Jesús.
4. María es la única Madre que puede decir, hablando de Jesús, "mi
Hjo", como lo dice el Padre: "Tú eres mi Hijo"
(Mc 1,
11). Por su parte, Jesús dice al Padre: "Abbá",
"Papá" (cf. Mc
14, 36), mientras dice "mamá" a María, poniendo en este nombre
todo su afecto filial
.
En la vida pública, cuando deja a su Madre en Nazaret, al
encontrarse con Ella la llama "mujer", para subrayar que
Él ya
sólo recibe órdenes del Padre, pero también para declarar que Ella
no es simplemente una madre biológica, sino que tiene una misión
que desempeñar como "Hija de Sión" y Madre del pueblo de la nueva
Alianza. En cuanto tal, María permanece siempre orientada a la
plena adhesión a la voluntad del Padre.
No era el caso de toda la familia de Jesús. El cuarto evangelio
nos revela que sus parientes "no creían en Él" (Jn 7, 5) y
san Marcos refiere que "fueron a hacerse cargo de Él, pues
decían: "Está fuera de sí"" (Mc 3, 21). Podemos tener la
certeza de que las disposiciones íntimas de María eran
completamente diversas. Nos lo asegura el evangelio de San Lucas,
en el que María se presenta a Sí misma como la humilde "esclava
del Señor" (Lc 1, 38). Desde esta perspectiva se ha de leer
la respuesta que dio Jesús cuando "le anunciaron: "Tu madre y
tus hermanos están ahí fuera y quieren verte"" (Lc 8,
20; cf. Mt 12, 46-47; Mc 3, 32); Jesús respondió:
"Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios
y la cumplen" (Lc 8, 21). En efecto, María es un modelo de
escucha de la palabra de Dios (cf. Lc 2, 19. 51)
y de
docilidad a ella.
5. La Virgen conservó y renovó con perseverancia la completa
disponibilidad que había expresado en la Anunciación. El inmenso
privilegio y la excelsa misión de ser Madre del Hijo de Dios no
cambiaron su conducta de humilde sumisión al plan del Padre. Entre
los demás aspectos de ese plan divino, Ella asumió el compromiso
educativo implicado en su maternidad. La madre no es sólo la que
da a luz, sino también la que se compromete activamente en la
formación y el desarrollo de la personalidad del hijo.
Seguramente, el comportamiento de María influyó en la conducta de
Jesús. Se puede pensar, por ejemplo, que el gesto del lavatorio de
los pies (cf. Jn 13, 4-5), que dejó a sus discípulos como
modelo para seguir (cf. Jn 13, 14-15), reflejaba lo que
Jesús mismo había observado desde su infancia en el comportamiento
de María, cuando Ella lavaba los pies a los huéspedes, con
espíritu de servicio humilde.
Según el testimonio del Evangelio, Jesús, en el período
transcurrido en Nazaret, estaba "sujeto" a María y a José (cf. Lc
2, 51). Así recibió de María una verdadera educación, que forjó su
humanidad. Por otra parte, María se dejaba influir y formar por su
Hijo. En la progresiva manifestación de Jesús descubrió cada vez
más profundamente al Padre y le hizo el homenaje de todo el amor
de su corazón filial. Su tarea consiste ahora en ayudar a la
Iglesia a caminar como Ella tras las huellas de Cristo.
(*) 53. En efecto, la Virgen María,
que según el anuncio del Ángel recibió al Verbo de Dios en su
corazón y en su cuerpo y entregó la vida al mundo, es conocida y
honrada como verdadera Madre de Dios Redentor. Redimida de un
modo eminente, en atención a los futuros méritos de su Hijo y a
El unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida
con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios
Hijo y, por tanto, la Hija predilecta del Padre y el Sagrario
del Espíritu Santo; con un don de gracia tan eximia,
antecede con mucho a todas las criaturas celestiales y terrenas.
Al mismo tiempo ella está unida en la estirpe de Adán con todos
los hombres que han de ser salvados; más aún, es verdaderamente
madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor
a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de
aquella cabeza, por lo que también es saludada como miembro
sobreeminente y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y
modelo destacadísimo en la fe y caridad y a quien la Iglesia
católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial
afecto de piedad como a Madre amantísima. (Lumen gentium, 53)
ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa,
te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al
Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la
ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del
Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en
la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús
Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santos.
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Con aprobación eclesiástica
CARD. CAMILLO RUINI
Vicario General de Su Santidad
para la Diócesis de Roma
Se ruega a quienes obtengan gracias por
intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador
de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni
in Laterano 6/A 00184 ROMA . También puede enviar su testimonio por correo
electrónico a la siguiente dirección:
postulazione.giovannipaoloii@vicariatusurbis.org
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