ESCUELA DE ORACIÓN DE JUAN PABLO II
"TOTUS TUUS"
ORACIÓN Y MEDITACIONES
ENCUENTRO
17 - PRIMER DOMINGO DEL MES
Domingo 7 de enero de 2008
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MATERIAL
DE APOYO PARA REFLEXIONES, MEDITACIONES Y ORACIONES, PERSONALES
Y/O COMUNITARIAS
Para el Suscriptor de "El Camino de María"
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«Nuestras
comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas “Escuelas
de Oración”» (Juan Pablo II)
La Escuela de
oración de Juan Pablo II es una propuesta de meditaciones y ejercicios
orientados a profundizar nuestra relación personal con Dios. Los
textos presentados aquí, aunque pueden ser de ayuda para la oración
individual, o bien para enriquecer la oración de distintas
comunidades, están primordialmente dirigidos a los nuevos grupos de
oración de Juan Pablo II. A estos grupos les proponemos un programa
sencillo.
1. Vivir la oración de cada día
en el espíritu del “Totus Tuus”
2. Cada semana, dedicar al
menos media hora a la adoración del Santísimo Sacramento (en
caso de enfermedad o dificultades – adorar la Cruz de Cristo)
3. Una vez al mes
reflexionar sobre el don de la oración, mediante la lectura
personal o participando en encuentros formativos de la “Escuela de
oración”
4. Una vez al año hacer
ejercicios espirituales, en los que se profundiza en la vida de
oración; por ejemplo los organizados en la parroquia, o bien hacer
la Novena a la Divina Misericordia.
La tarea más difícil es la de madurar la actitud expresada en las
palabras “Totus Tuus –Soy todo Tuyo”. Es preciso,
pues, asumir la diaria fatiga del trabajo sobre sí mismos,
apoyándose en la adoración semanal, en la reflexión
mensual y en los ejercicios espirituales anuales.
Las meditaciones y las
prácticas espirituales, propuestas para cada mes, serán de gran
ayuda para llevar a cabo estos compromisos. En ellas encontraremos
reflexiones sobre la palabra de las Sagradas Escrituras, testimonios
sobre la oración del Papa y también sus enseñanzas sobre el tema de
la oración. El día indicado para esta reflexión orante y de
adoración es el primer domingo de cada mes.
Cappella Papale . Basilica
Vaticana, ore 10
LA EPIFANÍA DE DIOS
Para
el Encuentro de este mes hemos seleccionado textos de la Catequesis
del Siervo de Dios Juan Pablo II que nos ayudarán a meditar sobre la
Epifanía de Dios.
En la festividad de la
Epifanía la Iglesia da gracias a Dios por el don de la fe que han
compartido y comparten tantos hombres, pueblos y naciones. Y
precisamente, según la tradición, aquellos tres hombres de
Oriente, los tres Magos que llegaron a Belén, se cuentan entre los
primeros testigos y portadores de este don. En ellos la fe,
entendida como apertura interior del hombre, como la respuesta a
la Luz, a la Epifanía de Dios, encuentra su expresión
transparente. En esta apertura a Dios el hombre aspira eternamente
a la realización de sí mismo. La fe es el comienzo de esta
realización, y de ella es condición.
Al agradecer a Dios
el don de la fe, le damos gracias a la vez por la Luz: por el
don de la Epifanía y por el don de la apertura de nuestro
espíritu a la Luz divina. Tal es asimismo el significado de la
fiesta a través de la que la Iglesia expresa, por así decir,
hasta el fin el gozo de Navidad, del Nacimiento del Señor.
¯¯¯
"Toda
la liturgia habla hoy de la Luz de Cristo, de la luz que se
encendió en la Noche Santa. La misma luz que guió a los pastores
hasta el portal de Belén indicó el camino, el día de la Epifanía,
a los Magos que fueron desde Oriente para adorar al Rey de los
judíos, y resplandece para todos los hombres y todos los pueblos
que anhelan encontrar a Dios.
En su búsqueda espiritual, el ser humano
ya dispone naturalmente de una luz que lo guía: es la razón,
gracias a la cual puede orientarse, aunque a tientas (cf. Hch 17,
27), hacia su Creador. Pero, dado que es fácil perder el camino,
Dios mismo vino en su ayuda con la luz de la revelación, que
alcanzó su plenitud en la Encarnación del Verbo, Palabra eterna de
verdad.
La Epifanía celebra la
aparición en el mundo de esta Luz Divina, con la que Dios salió al
encuentro de la débil luz de la razón humana. Así, en la
Solemnidad de hoy, se propone la íntima relación que existe entre
la razón y la fe, las dos alas de que dispone el espíritu humano
para elevarse hacia la contemplación de la verdad, como recordé en
la reciente encíclica Fides et ratio."
(Homilía 6 de enero de 1999, 1)
"Cristo no es sólo Luz
que ilumina el camino del hombre. También se ha hecho Camino para
sus pasos inciertos hacia Dios, fuente de vida. Un día dijo a los
Apóstoles: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre sino por Mí. Si me conocéis a Mí, conoceréis también a mi
Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto» (Jn 14,
6-7). Y, ante la objeción de Felipe, añadió: «El que me ha
visto a Mí, ha visto al Padre. (...) Yo estoy en el Padre y el
Padre está en Mí» (Jn 14, 9. 11). La Epifanía del Hijo es la
Epifanía del Padre.
¿No es éste, en definitiva, el
objetivo de la venida de Cristo al mundo? Él mismo afirmó que
había venido para «dar a conocer al Padre», para «explicar»
a los hombres quién es Dios y para revelar su rostro, su «nombre»
(cf. Jn 17, 6). La vida eterna consiste en el encuentro con el
Padre (cf. Jn 17, 3).
La Iglesia prolonga en los siglos la
misión de su Señor: su compromiso principal consiste en dar a
conocer a todos los hombres el Rostro del Padre, reflejando la Luz
de Cristo, Luz de Amor, de Verdad y de Paz. Para esto el Divino
Maestro envió al mundo a los Apóstoles, y envía continuamente, con
el mismo Espíritu, a los obispos, sus sucesores."
(Homilía 6 de enero de 1999, 2)
¯¯¯
*Comenzaremos este encuentro recitando el himno
"BONE
PASTOR, PANIS VERE, IESU, NOSTRI MISERERE ..."
con el
que JUAN PABLO II concluye la
Carta-Encíclica
Ecclesia de Eucharistia
*Continuaremos
con la lectura y meditación de
"HEMOS VENIDO A ADORARLE"
.
*Terminaremos
el Encuentro de hoy con la meditación y recitación de dos oraciones
de Juan Pablo II.
-QUÉDATE CON
NOSOTROS, SEÑOR!
-TU ERES CRISTO,
EL HIJO DE DIOS VIVO! (Oración
de apertura del Gran Jubileo del Año 2000 - 24 de diciembre de 1999)
"BONE PASTOR, PANIS VERE,
IESU, NOSTRI MISERERE ..."
“Buen
Pastor, Pan verdadero,
o Jesús, piedad de nosotros:
nútrenos y defiéndenos,
llévanos a los bienes eternos
en la tierra de los vivos.
Tú que todo lo sabes y puedes,
que nos alimentas en la tierra,
conduce a tus hermanos
a la mesa del Cielo
a la alegría de tus santos”.
MENSAJE A LOS JÓVENES DEL MUNDO CON OCASIÓN DE LA XX JORNADA
MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2005
"HEMOS VENIDO A ADORARLE" (Mt 2, 2)
1. Este año hemos celebrado la
XIX
Jornada Mundial de la Juventud meditando sobre el deseo
expresado por algunos griegos que con motivo de la Pascua llegaron
a Jerusalén: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21). Y
ahora nos encontramos en camino hacia Colonia, donde en agosto de
2005 tendrá lugar la
XX
Jornada Mundial de la Juventud.
"Hemos venido a adorarle" (Mt
2,2): este es el tema del próximo encuentro mundial juvenil. Es un
tema que permite a los jóvenes de cada continente recorrer
idealmente el itinerario de los Reyes Magos, cuyas reliquias se
veneran según una pía tradición precisamente en aquella ciudad, y
encontrar, como ellos, al Mesías de todas las naciones.
En verdad, la luz de Cristo ya iluminaba la
inteligencia y el corazón de los Reyes Magos. "Se pusieron en
camino" (Mt 2,9), cuenta el evangelista, lanzándose con
coraje por caminos desconocidos y emprendiendo un largo viaje nada
fácil. No dudaron en dejar todo para seguir la estrella que habían
visto salir en el Oriente (cfr. Mt 2,2). Imitando a los
Reyes Magos, también vosotros, queridos jóvenes, os disponéis a
emprender un "viaje" desde todas las partes del globo hacia
Colonia. Es importante que os preocupéis no sólo de la
organización práctica de la Jornada Mundial de la Juventud, sino
que cuidéis en primer lugar la preparación espiritual en una
atmósfera de fe y de escucha de la Palabra de Dios.
2. "Y la estrella ... iba delante de ellos,
hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño"
(Mt 2,9). Los Reyes Magos llegaron a Belén porque se
dejaron guiar dócilmente por la estrella. Más aún, "al ver la
estrella se llenaron de inmensa alegría" (Mt 2,10). Es
importante, queridos amigos, aprender a escrutar los signos
con los que Dios nos llama y nos guía. Cuando se es consciente de
ser guiado por Él, el corazón experimenta una auténtica y
profunda alegría acompañada de un vivo deseo de encontrarlo y
de un esfuerzo perseverante de seguirlo dócilmente.
"Entraron en la casa, vieron al niño con
María su madre" (Mt 2,11). Nada de extraordinario a
simple vista. Sin embargo, aquel Niño es diferente a los demás: es
el Hijo primogénito de Dios que se despojó de su gloria (cfr.
Fil 2,7) y vino a la tierra para morir en la Cruz.
Descendió entre nosotros y se hizo pobre para revelarnos la gloria
divina que contemplaremos plenamente en el Cielo, nuestra patria
celestial.
¿Quién podría haber inventado un signo de amor
más grande? Permanecemos extasiados ante el misterio de un Dios
que se humilla para asumir nuestra condición humana hasta
inmolarse por nosotros en la cruz (cfr. Fil 2,6-8). En su
pobreza, vino para ofrecer la salvación a los pecadores.
Aquel que - como nos recuerda san Pablo - "siendo rico, se hizo
pobre por amor nuestro, para que vosotros fueseis ricos por su
pobreza" (2Cor 8,9). ¿Cómo no dar gracias a Dios por
tanta bondad condescendiente?
3. Los Reyes Magos encontraron a Jesús en "Bêt-lehem",
que significa "casa del pan". En la humilde cueva de Belén
yace, sobre un poco de paja, el "grano de trigo" que
muriendo dará "mucho fruto" (cfr. Jn 12,24). Para
hablar de sí mismo y de su misión salvífica, Jesús, en el curso de
su vida pública, recurrirá a la imagen del pan. Dirá: "Yo soy
el pan de vida", "Yo soy el pan que bajó del cielo", "El
pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo" (Jn
6,35.41.51).
Recorriendo con fe el itinerario del Redentor
desde la pobreza del Pesebre hasta el abandono de la
Cruz, comprendemos mejor el misterio de su amor que redime a
la humanidad. El Niño, colocado suavemente en el pesebre por
María, es el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz. El mismo
Redentor está presente en el sacramento de la Eucaristía. En el
establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre apariencia de
un neonato, por María, José y los pastores; en la Hostia
consagrada lo adoramos sacramentalmente presente en cuerpo,
sangre, alma y divinidad, y Él se ofrece a nosotros como alimento
de vida eterna. La Santa Misa se convierte ahora en un
verdadero encuentro de amor con Aquel que se nos ha dado
enteramente. No dudéis, queridos jóvenes, en responderle cuando os
invita "al banquete de bodas del Cordero" (cfr. Ap
19,9). Escuchadlo, preparaos adecuadamente y acercaos al
Sacramento del Altar, especialmente en este Año de la
Eucaristía (octubre 2004-2005) que he querido declarar para toda
la Iglesia.
4. "Y postrándose le adoraron" (Mt
2,11). Si en el Niño que María estrecha entre sus brazos los Reyes
Magos reconocen y adoran al esperado de las gentes anunciado por
los profetas, nosotros podemos adorarlo hoy en la Eucaristía y
reconocerlo como nuestro Creador, único Señor y Salvador.
"Abrieron sus cofres y le ofrecieron dones
de oro, incienso y mirra" (Mt 2,11). Los dones que los
Reyes Magos ofrecen al Mesías simbolizan la verdadera adoración.
Por medio del oro subrayan la divinidad real; con el incienso lo
reconocen como sacerdote de la nueva Alianza; al ofrecerle la
mirra celebran al profeta que derramará la propia sangre para
reconciliar la humanidad con el Padre.
Queridos jóvenes, ofreced también vosotros al
Señor el oro de vuestra existencia, o sea la libertad de
seguirlo por amor respondiendo fielmente a su llamada; elevad
hacia Él el incienso de vuestra oración ardiente, para
alabanza de su gloria; ofrecedle la mirra, es decir el afecto
lleno de gratitud hacia Él, verdadero Hombre, que nos ha amado
hasta morir como un malhechor en el Gólgota.
5. ¡Sed adoradores del único y verdadero Dios,
reconociéndole el primer puesto en vuestra existencia! La
idolatría es una tentación constante del hombre.
Desgraciadamente hay gente que busca la solución de los problemas
en prácticas religiosas incompatibles con la fe cristiana.
Es fuerte el impulso de creer en los falsos mitos del éxito y del
poder; es peligroso abrazar conceptos evanescentes de lo sagrado
que presentan a Dios bajo la forma de energía cósmica, o de otras
maneras no concordes con la doctrina católica.
¡Jóvenes, no creáis en falaces ilusiones
y modas efímeras que no pocas veces dejan un trágico vacío
espiritual! Rechazad las seducciones del dinero, del
consumismo y de la violencia solapada que a veces ejercen los
medios de comunicación.
La adoración del Dios verdadero constituye un
auténtico acto de resistencia contra toda forma de idolatría.
Adorad a Cristo: Él es la Roca sobre la que construir vuestro
futuro y un mundo más justo y solidario. Jesús es el Príncipe
de la paz, la fuente del perdón y de la reconciliación, que
puede hacer hermanos a todos los miembros de la familia humana.
6. "Se retiraron a su país por otro camino"
(Mt 2,12). El Evangelio precisa que, después de haber
encontrado a Cristo, los Reyes Magos regresaron a su país "por
otro camino". Tal cambio de ruta puede simbolizar la conversión
a la que están llamados los que encuentran a Jesús para
convertirse en los verdaderos adoradores que Él desea (cfr. Jn
4,23-24). Esto conlleva la imitación de su modo de actuar
transformándose, como escribe el apóstol Pablo, en una "hostia
viva, santa, grata a Dios". Añade después el apóstol de no
conformarse a la mentalidad de este siglo, sino de transformarse
por la renovación de la mente, "para que sepáis discernir cuál
es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta" (cfr. Rom
12,1-2).
Escuchar a Cristo y adorarlo lleva a hacer
elecciones valerosas, a tomar decisiones a veces heroicas.
Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica felicidad. Llama
a algunos a dejar todo para que le sigan en la vida sacerdotal o
consagrada. Quien advierte esta invitación no tenga miedo de
responderle "sí" y le siga generosamente. Pero más allá de las
vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de
todo bautizado: también es esta una vocación a aquel "alto grado"
de la vida cristiana ordinaria que se expresa en la santidad (cfr.
Novo millennio ineunte, 31). Cuando se encuentra a Jesús y
se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a
comunicar a los demás la propia experiencia.
Son tantos nuestros compañeros que todavía no
conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con
sucedáneos insignificantes. Por lo tanto, es urgente ser
testigos del amor contemplado en Cristo. La invitación a
participar en la Jornada Mundial de la Juventud es también para
vosotros, queridos amigos que no estáis bautizados o que no os
identificáis con la Iglesia. ¿No será que también vosotros tenéis
sed del Absoluto y estáis en la búsqueda de "algo" que dé
significado a vuestra existencia? Dirigíos a Cristo y no seréis
defraudados.
7.Queridos jóvenes, la Iglesia necesita
auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y
mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con
Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a
los demás. La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la
santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad. En este
camino de heroísmo evangélico nos han precedido tantos, y es a su
intercesión a la que os exhorto recurrir a menudo. Al encontraros
en Colonia, aprenderéis a conocer mejor a algunos de ellos, como a
san Bonifacio, el apóstol de Alemania, a los Santos de
Colonia, en particular a Úrsula, Alberto Magno, Teresa
Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y al beato Adolfo Kolping.
Entre éstos quisiera citar en modo particular a san Alberto y a
santa Teresa Benedicta de la Cruz que, con la misma actitud
interior de los Reyes Magos, buscaron la verdad apasionadamente.
No dudaron en poner sus capacidades intelectuales al servicio de
la fe, testimoniando así que la fe y la razón están ligadas y se
atraen recíprocamente.
Queridísimos jóvenes encaminados idealmente
hacia Colonia, el Papa os acompaña con su oración. Que María,
"Mujer Eucarística" y Madre de la Sabiduría, os ayude en vuestro
caminar, ilumine vuestras decisiones y os enseñe a amar lo que es
verdadero, bueno y bello. Que Ella os conduzca a su Hijo, el único
que puede satisfacer las esperanzas más íntimas de la inteligencia
y del corazón del hombre. ¡Con mi bendición! Desde Castel Gandolfo, 6 de agosto de 2004
ADORACIÓN DEL
SANTÍSIMO SACRAMENTO
“Mane nobiscum, Domine!”
Como los dos discípulos del
Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡quédate con nosotros!
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor
de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de
la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta
nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las
familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los
sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la
humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos
el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta
tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre
hacia la meta de la vida sin fin.
Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.
.
¡TU ERES CRISTO, EL HIJO DE DIOS VIVO!
¡Tú,
Cristo, eres el Hijo unigénito del Dios vivo, venido en la gruta de
Belén! Después de dos mil años vivimos de nuevo este misterio
como un acontecimiento único e irrepetible. Entre tantos hijos de
hombres, entre tantos niños venidos al mundo durante estos siglos,
sólo Tú eres el Hijo de Dios: tu nacimiento ha cambiado, de modo
inefable, el curso de los acontecimiento humanos.
¡Tú eres
Cristo, el Hijo del Dios vivo! En el umbral del tercer milenio,
la Iglesia te saluda, Hijo de Dios, que viniste al mundo para vencer
a la muerte. Viniste para iluminar la vida humana mediante el
Evangelio. La Iglesia te saluda y junto contigo quiere entrar en el
tercer milenio. Tú eres nuestra esperanza. Sólo Tú tienes palabras
de vida eterna.
Tú, que viniste
al mundo en la noche de Belén, ¡quédate con nosotros!
Tú, que eres el
Camino, la Verdad y la Vida, ¡guíanos!
Tú, que viniste
del Padre, llévanos hacia Él en el Espíritu Santo, por el camino
que sólo Tú conoces y que nos revelaste para que tuviéramos vida y
la tuviéramos en abundancia.
Tú, Cristo,
Hijo del Dios vivo, ¡sé para nosotros la Puerta!
Sé para
nosotros la Puerta que nos introduce en el misterio del Padre.
¡Haz que nadie quede excluido de su abrazo de misericordia y de paz!
María, Aurora
de los nuevos tiempos, quédate junto a nosotros, mientras con
confianza recorremos los primeros pasos del Año Jubilar.
Amén.
Llenos del Espíritu Santo oremos
a nuestro Padre en el Cielo:
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PATER NOSTER |
Pater noster, qui es in cælis,
sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat
voluntas tua, sicut in cælo et in terra.
Panem nostrum quotidianum da nobis
hodie. Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos
dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in
tentationem: sed libera nos a malo.
Amen. |
Padre nuestro, que estás en
el Cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu
Reino; hágase tu Voluntad, en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de
cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal.
Amén. |
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ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al
Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la
ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del
Espíritu de Amor. Él, confiando totalmente en Tu infinita Misericordia y en
la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús
Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu Voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santo. Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Se ruega a quienes obtengan gracias por
intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador
de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni
in Laterano 6/A 00184 ROMA . También puede enviar su testimonio por correo
electrónico a la siguiente dirección:
postulazione.giovannipaoloii@vicariatusurbis.org
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