ESCUELA DE ORACIÓN DE JUAN PABLO II
"TOTUS TUUS"
ORACIÓN Y MEDITACIONES
ENCUENTRO
15 - PRIMER DOMINGO DEL MES
Domingo 4 de noviembre de 2007
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MATERIAL
DE APOYO PARA REFLEXIONES, MEDITACIONES Y ORACIONES, PERSONALES
Y/O COMUNITARIAS
Para el Suscriptor de "El Camino de María"
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«Nuestras
comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas “Escuelas
de Oración”» (Juan Pablo II)
La Escuela de
oración de Juan Pablo II es una propuesta de meditaciones y ejercicios
orientados a profundizar nuestra relación personal con Dios. Los
textos presentados aquí, aunque pueden ser de ayuda para la oración
individual, o bien para enriquecer la oración de distintas
comunidades, están primordialmente dirigidos a los nuevos grupos de
oración de Juan Pablo II. A estos grupos les proponemos un programa
sencillo.
1. Vivir la oración de cada día
en el espíritu del “Totus Tuus”
2. Cada semana, dedicar al
menos media hora a la adoración del Santísimo Sacramento (en
caso de enfermedad o dificultades – adorar la Cruz de Cristo)
3. Una vez al mes
reflexionar sobre el don de la oración, mediante la lectura
personal o participando en encuentros formativos de la “Escuela de
oración”
4. Una vez al año hacer
ejercicios espirituales, en los que se profundiza en la vida de
oración; por ejemplo los organizados en la parroquia, o bien hacer
la Novena a la Divina Misericordia.
La tarea más difícil es la de madurar la actitud expresada en las
palabras “Totus Tuus –Soy todo Tuyo”. Es preciso,
pues, asumir la diaria fatiga del trabajo sobre sí mismos,
apoyándose en la adoración semanal, en la reflexión
mensual y en los ejercicios espirituales anuales.
Las meditaciones y las
prácticas espirituales, propuestas para cada mes, serán de gran
ayuda para llevar a cabo estos compromisos. En ellas encontraremos
reflexiones sobre la palabra de las Sagradas Escrituras, testimonios
sobre la oración del Papa y también sus enseñanzas sobre el tema de
la oración. El día indicado para esta reflexión orante y de
adoración es el primer domingo de cada mes.
¡ALABANZA Y HONOR A TI, OH CRISTO!
Para
el Encuentro de este mes hemos seleccionado textos de la Catequesis
del Siervo de Dios Juan Pablo II que nos ayudarán a reflexionar
sobre LA REALEZA DE CRISTO.
El cuarto Domingo de noviembre, último del año litúrgico,
celebraremos la Solemnidad de
Jesucristo, Rey del universo. Esta fiesta fue instaurada por el
Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925. Posteriormente se movió la fecha
de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año
litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo
como centro de toda la historia universal. Es el Alfa y el Omega, el
principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de
amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal,
es decir, para siempre y para todos los hombres.
Desde el anuncio de su
Nacimiento, el Hijo Unigénito del Padre, nacido de la Virgen María,
es definido "rey", en el sentido mesiánico, es decir, heredero del
trono de David, según las promesas de los profetas, para un Reino
que no tendrá fin (cf. Lc 1, 32-33). La realeza de Cristo permaneció
del todo escondida, hasta sus treinta años, transcurridos en una
existencia ordinaria en Nazaret.
Después, durante su vida pública, Jesús inauguró el nuevo reino, que
"no es de este mundo" (Jn 18, 36), y al final lo
realizó plenamente con su Muerte y Resurrección. Apareciendo
resucitado a los Apóstoles, les dijo: "Me ha sido dado todo
poder en el Cielo y en la tierra" (Mt 28, 18): este poder
brota del Amor que Dios manifestó plenamente en el sacrificio de su
Hijo.
El Reino de Cristo es don
ofrecido a los hombres de todos los tiempos, para que el que crea en
el Verbo encarnado "no perezca, sino que tenga vida eterna"
(Jn 3, 16). Por eso, precisamente en el último libro de la Biblia,
el Apocalipsis, Él proclama: "Yo soy el alfa y la omega, el
primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22, 13).
¯¯¯
*Comenzaremos este encuentro recitando la oración de Juan Pablo II :
¡ALABANZA Y HONOR A TI,
OH CRISTO!
*Continuaremos con
la lectura y meditación de la Homilía del 26 de noviembre de 2000 de
Juan Pablo II:
VENGA TU REINO. (Homilía
en la celebración del Jubileo del Apostolado de los Laicos . Solemnidad
de Cristo, Rey del Universo)
.
*Haremos un examen de
conciencia cuyo tema es:
¿CONSIDERO QUE
JESUCRISTO REINA EN MI CORAZÓN?
*Terminaremos
el Encuentro de hoy con la meditación y recitación de dos oraciones:
-QUÉDATE CON
NOSOTROS, SEÑOR! (Juan Pablo II)
-ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DE LA HUMANIDAD A CRISTO REY
(Pio XI)
¡ALABANZA Y HONOR A TI,
OH CRISTO!
¡Alabanza y
Honor a
Ti,
oh Cristo!.
Con tu
Cruz has redimido el mundo. Te encomendamos nuestro compromiso de servir a este mundo que Tú
amas y que también nosotros amamos. Sostennos con la fuerza de
Tu gracia.
María, Madre del Redentor, la primera y perfecta
Discípula, ayúdanos a ser sus testigos.
Haz que tu Hijo, Rey del universo y de la historia, reine en
nuestra vida, en nuestras comunidades y en el mundo entero.
Amen.
VENGA TU REINO!
Homilía en la celebración del
Jubileo del Apostolado de los Laicos
26 de noviembre del 2000 - Solemnidad de Cristo, Rey del Universo
Queridos hermanos y
hermanas:
1. "Tú lo dices: soy Rey"
(Jn 18, 37). Así respondió Jesús a Pilato en un dramático
diálogo, que el Evangelio nos hace escuchar nuevamente en la
Solemnidad de Cristo, Rey del universo. Esta fiesta,
situada al final del año litúrgico, nos presenta a Jesús, Verbo
eterno del Padre, como principio y fin de toda la creación, como
Redentor del hombre y Señor de la historia. En la primera
lectura el profeta Daniel afirma: "Su dominio es eterno y
no pasa, su reino no tendrá fin" (Dn 7, 14).
¡Sí, Cristo, Tú eres Rey! Tu
realeza se manifiesta paradójicamente en la Cruz, en la
obediencia al Designio del Padre "que nos ha sacado del
dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al Reino de su
Hijo querido, por cuya Sangre hemos recibido la Redención, el
perdón de los pecados" (San Pablo, Col 1, 13-14).
Primogénito de los que resucitan de entre los muertos:
¡Tú eres Rey!
Tú eres el Rey de la humanidad nueva, a la que has
restituido su dignidad originaria.
Tu Reino no es de este mundo (cf. Jn 18, 36); no es fruto de
conquistas bélicas, de dominaciones políticas, de imperios
económicos, de hegemonías culturales.
Tu Reino es un "Reino
de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de
justicia, de amor y de paz" que se manifestará en su plenitud al final de los
tiempos, cuando Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). La
Iglesia, que ya en la tierra puede gustar las primicias del
cumplimiento futuro, no deja de repetir: "¡Venga tu Reino!",
"Adveniat regnum tuum!" (Mt 6, 10).
2. ¡Venga tu
reino! Así rezan, en todas las partes del mundo, los fieles
que se reúnen hoy en torno a sus pastores para el jubileo del
apostolado de los laicos. Y yo me uno con alegría a este coro
universal de alabanza y oración, celebrando con vosotros, queridos
fieles, la Santa Misa junto a la tumba del apóstol San Pedro. (..)
En particular, extiendo mi saludo a vosotros, hermanos y hermanas
laicos, "Christifideles Laici", dedicados
activamente a la causa del Evangelio: al contemplaros, pienso
también en todos los miembros de comunidades, asociaciones y
movimientos de acción apostólica; pienso en los padres y en las
madres que, con generosidad y espíritu de sacrificio, cuidan la
educación de sus hijos con la práctica de las virtudes humanas y
cristianas; pienso en cuantos brindan a la evangelización la
contribución de sus sufrimientos, aceptados y vividos en unión con
Cristo.
3. Os saludo de
modo especial a vosotros, queridos participantes en el Congreso
del laicado católico, que se inserta muy bien en el ámbito del
jubileo del apostolado de los laicos. Vuestro encuentro tiene como
tema: "Testigos de Cristo en el nuevo milenio". Continúa la
tradición de los congresos mundiales del apostolado de los laicos,
que empezó hace cincuenta años bajo el impulso fecundo de la
conciencia más viva que la Iglesia había adquirido tanto de su
naturaleza de misterio de comunión como de su intrínseca
responsabilidad misionera en el mundo. En la maduración de esta
conciencia, el concilio ecuménico Vaticano II marcó una etapa
decisiva.
Con el Concilio, en la Iglesia llegó verdaderamente
la hora del laicado, y numerosos fieles laicos, hombres y mujeres,
han comprendido con mayor claridad su vocación cristiana, que, por
su misma naturaleza, es vocación al apostolado (Apostolicam actuositatem, 2). Treinta y cinco años
después de su conclusión, yo os digo: es necesario volver al
Concilio. Hay que volver a leer los
Documentos del Vaticano II para redescubrir su gran riqueza de estímulos doctrinales y
pastorales. En particular, debéis releer esos
Documentos
vosotros, laicos, a quienes el Concilio abrió extraordinarias
perspectivas de participación y compromiso en la misión de la
Iglesia. ¿No os recordó el Concilio vuestra participación en la
función sacerdotal, profética y real de Cristo? Los padres
conciliares os confiaron, de modo especial, la misión de
"buscar el Reino de Dios ocupándoos de las realidades temporales y
ordenándolas según Dios" (cf. Lumen gentium, 31).Desde
entonces se ha producido un gran florecimiento de asociaciones, en
el que, además de los grupos tradicionales, han surgido nuevos
movimientos, asociaciones y comunidades (Christifideles
Laici, 29). Amadísimos hermanos y hermanas, vuestro
apostolado hoy es más indispensable que nunca para que el
Evangelio sea luz, sal y levadura de una nueva humanidad.
4. Pero ¿qué
implica esta misión? ¿Qué significa ser cristianos hoy, aquí y
ahora? Ser cristianos jamás ha sido fácil, y tampoco lo es hoy.
Seguir a Cristo exige valentía para hacer opciones radicales, a
menudo yendo contra corriente. "¡Nosotros somos Cristo!",
exclamaba San Agustín. Los mártires y los testigos de la fe de
ayer y de hoy, entre los cuales se cuentan numerosos fieles
laicos, demuestran que, si es necesario, ni siquiera hay que dudar
en dar la vida por Jesucristo. A este propósito, el jubileo invita
a todos a un serio examen de conciencia y a una contínua
renovación espiritual, para realizar una acción misionera cada vez
más eficaz. Quisiera citar aquí las palabras que, hace ya
veinticinco años, casi al término del Año santo de 1975, mi
venerado predecesor, el Papa Pablo VI, escribió en la exhortación
apostólica Evangelii nuntiandi: "El hombre
contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los
maestros (...), o si escucha a los maestros es porque son
testigos" (n. 41). Esas palabras tienen validez también hoy
para una humanidad rica en potencialidades y expectativas, pero
amenazada por múltiples insidias y peligros. Basta pensar, entre
otras cosas, en las conquistas sociales y en la revolución en el
campo genético; en el progreso económico y en el subdesarrollo
existente en vastas áreas del planeta; en el drama del hambre en
el mundo y en las dificultades existentes para tutelar la paz; en
la extensa red de las comunicaciones y en los dramas de la soledad
y de la violencia que registra la crónica diaria. Amadísimos
hermanos y hermanas, como testigos de Cristo, estáis llamados,
especialmente vosotros, a llevar la luz del Evangelio a los
sectores vitales de la sociedad. Estáis llamados a ser profetas de
la esperanza cristiana y apóstoles de aquel "que es y era y
viene, el Omnipotente" (Ap 1, 4).
5. "La
santidad es el adorno de tu casa" (Sal 92, 5). Con estas
palabras nos hemos dirigido a Dios en el Salmo responsorial. La
santidad sigue siendo para los creyentes el mayor desafío.
Debemos estar agradecidos al concilio Vaticano II, que nos recordó
que todos los cristianos están llamados a la plenitud de la vida
cristiana y a la perfección de la caridad. Queridos hermanos,
no tengáis miedo de aceptar este desafío: ser hombres y mujeres
santos. No olvidéis que los frutos del apostolado dependen de la
profundidad de la vida espiritual, de la intensidad de la oración,
de una formación constante y de una adhesión sincera a las
directrices de la Iglesia. Os repito hoy a vosotros lo que dije a
los jóvenes durante la reciente Jornada mundial de la juventud: si
sois lo que debéis ser, es decir, si vivís el cristianismo sin
componendas, podréis incendiar el mundo. Os esperan tareas y metas
que pueden pareceros desproporcionadas a las fuerzas humanas. No
os desaniméis. "El que comenzó entre vosotros la obra buena,
la llevará adelante" (Flp 1, 6). Mantened siempre fija
la mirada en Jesús. Haced de Él el corazón del mundo.
"¡Alabanza y honor a
Ti, oh Cristo!". Con tu Cruz has redimido el mundo. Te encomendamos
nuestro compromiso de servir a este
mundo que Tú amas y que también nosotros amamos. Sostennos con la
fuerza de Tu gracia.
María, Madre
del Redentor, su primera y perfecta Discípula, ayúdanos a ser
sus testigos. Haz que tu Hijo, Rey del universo y de la historia,
reine en nuestra vida, en nuestras comunidades y en el mundo
entero. Amen.
¿CONSIDERO QUE
JESUCRISTO REINA EN MI CORAZÓN?
Breve examen
1. ¿Considero que Jesucristo
reina en mi corazón?
2. ¿Escucho con fe la palabra de Cristo?
3. ¿Me doy cuenta que Cristo desea reinar en mi corazón?
4. ¿Deseo sinceramente que «Venga su Reino» ?
5. ¿He decidido abrir la ventana de mi alma para que Él entre?
6. ¿Reconozco el poder
salvífico de Jesucristo?
7. ¿Confío en la mano que Cristo me extiende?
8. ¿Dudo con frecuencia? ¿Por qué?
9. ¿Valoro los favores especiales recibidos de Jesucristo? ¿Los
agradezco?
ADORACIÓN DEL
SANTÍSIMO SACRAMENTO
“Mane nobiscum, Domine!”
Como los dos discípulos del
Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡quédate con nosotros!
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor
de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de
la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta
nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las
familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los
sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la
humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos
el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta
tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre
hacia la meta de la vida sin fin.
Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.
.
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DE LA HUMANIDAD A CRISTO REY
Dulcísimo Jesús, Redentor del género
humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y
vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos
con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este
día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia,
jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos,
os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y
de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey,
no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino
también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan
pronto a la Casa Paterna, que no perezcan de hambre y miseria.
Sed Rey de
aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia,
viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la
unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un
solo Pastor.
Sed Rey de los
que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría;
dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro Reino.
Conceded, ¡oh Señor!,
libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la
tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la
tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino,
causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de
gloria por los siglos de los siglos. Amén
Papa Pío XI
Llenos del Espíritu Santo oremos
a nuestro Padre en el Cielo:
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PATER NOSTER |
Pater noster, qui es in cælis,
sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat
voluntas tua, sicut in cælo et in terra.
Panem nostrum quotidianum da nobis
hodie. Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos
dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in
tentationem: sed libera nos a malo.
Amen. |
Padre nuestro, que estás en
el Cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu
Reino; hágase tu Voluntad, en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de
cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal.
Amén. |
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ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al
Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la
ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del
Espíritu de Amor. Él, confiando totalmente en Tu infinita Misericordia y en
la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús
Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu Voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santo. Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Se ruega a quienes obtengan gracias por
intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador
de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni
in Laterano 6/A 00184 ROMA . También puede enviar su testimonio por correo
electrónico a la siguiente dirección:
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