ESCUELA DE ORACIÓN DE JUAN PABLO II
"TOTUS TUUS"
ORACIÓN Y MEDITACIONES
ENCUENTRO
11 - PRIMER DOMINGO DEL MES
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MATERIAL
DE APOYO PARA REFLEXIONES, MEDITACIONES Y ORACIONES, PERSONALES
Y/O COMUNITARIAS
Para el Suscriptor de "El Camino de María"
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«Nuestras
comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas “Escuelas
de Oración”» (Juan Pablo II)
La Escuela de
oración de Juan Pablo II es una propuesta de meditaciones y ejercicios
orientados a profundizar nuestra relación personal con Dios. Los
textos presentados aquí, aunque pueden ser de ayuda para la oración
individual, o bien para enriquecer la oración de distintas
comunidades, están primordialmente dirigidos a los nuevos grupos de
oración de Juan Pablo II. A estos grupos les proponemos un programa
sencillo.
1. Vivir la oración de cada día
en el espíritu del “Totus Tuus”
2. Cada semana, dedicar al
menos media hora a la adoración del Santísimo Sacramento (en
caso de enfermedad o dificultades – adorar la Cruz de Cristo)
3. Una vez al mes
reflexionar sobre el don de la oración, mediante la lectura
personal o participando en encuentros formativos de la “Escuela de
oración”
4. Una vez al año hacer
ejercicios espirituales, en los que se profundiza en la vida de
oración; por ejemplo los organizados en la parroquia, o bien hacer
la Novena a la Divina Misericordia.
La tarea más difícil es la de madurar la actitud expresada en las
palabras “Totus Tuus –Soy todo Tuyo”. Es preciso,
pues, asumir la diaria fatiga del trabajo sobre sí mismos,
apoyándose en la adoración semanal, en la reflexión
mensual y en los ejercicios espirituales anuales.
Las meditaciones y las
prácticas espirituales, propuestas para cada mes, serán de gran
ayuda para llevar a cabo estos compromisos. En ellas encontraremos
reflexiones sobre la palabra de las Sagradas Escrituras, testimonios
sobre la oración del Papa y también sus enseñanzas sobre el tema de
la oración. El día indicado para esta reflexión orante y de
adoración es el primer domingo de cada mes.
Para
el Encuentro de este mes hemos seleccionado textos de la
Catequesis del Siervo de Dios Juan Pablo II que nos ayudarán a
CONTEMPLAR
A MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DE MISERICORDIA.
"...Dirigimos
nuestra mirada a María Santísima, a la que hoy invocamos con el
título dulcísimo de "Mater Misericordiae". María es "Madre de la
Misericordia" porque es la Madre de Jesús, en el que Dios reveló al
mundo su "Corazón" rebosante de Amor.
La compasión de Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente
mediante la maternidad de la Virgen María. Iniciada en Nazaret por
obra del Espíritu Santo, la maternidad de María culminó en el
misterio pascual, cuando fue asociada íntimamente a la Pasión,
Muerte y Resurrección de su Hijo divino. Al pie de la Cruz la Virgen
se convirtió en madre de los discípulos de Cristo, madre de la
Iglesia y de toda la humanidad. "Mater Misericordiae". (...) Durante esta celebración, juntamente con vosotros, he dado
gracias a Dios porque, hace casi un año, me concedió la gracia de
canonizar a sor Faustina Kowalska, elegida apóstol de Cristo
Misericordioso, y proclamar el II Domingo de Pascua como Fiesta de
la Misericordia Divina para toda la Iglesia.
Rebosantes de alegría nos presentamos hoy ante el Resucitado y le
decimos con fe: "Jesús, en Ti confío". Que esta confesión
llena de amor infunda en todos fuerza para vivir nuestra vida
ordinaria y nos impulse a realizar las obras de misericordia en
favor de nuestros hermanos. Que este sea un mensaje de esperanza
para todo el nuevo milenio.
Y ahora, con el rezo de la antífona Regina caeli, queremos
pedirle a María que nos ayude a vivir íntimamente la alegría de la
Resurrección y cooperar con empeño en el designio universal de la
Misericordia Divina.
(Juan
Pablo II. Regina Coeli del Domingo 22 de abril de 2001)
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""Dios,
rico en Misericordia" (Ef 2, 4). Estas palabras resonaron a
menudo durante mi peregrinación apostólica. En efecto, mi visita
tuvo como finalidad principal precisamente anunciar una vez más a
Dios, "rico en Misericordia", sobre todo mediante la consagración
del nuevo Santuario de la Misericordia Divina, en Lagiewniki. Ese
nuevo templo será un centro de irradiación mundial del fuego de la
misericordia de Dios, según lo que el Señor quiso manifestar a santa
Faustina Kowalska, apóstol de la Misericordia Divina.
"Jesús, ¡confío en Ti!": esta es la jaculatoria sencilla que nos
enseñó sor Faustina y que podemos rezar en cada instante de la vida.
¡Cuántas veces también yo, primero como obrero y estudiante, y
después como sacerdote y obispo, en períodos difíciles de la
historia de Polonia, repetí esta sencilla y profunda invocación,
constatando su eficacia y su fuerza!
La Misericordia es uno de los atributos más hermosos del Creador
y del Redentor, y la Iglesia vive para llevar a los hombres a
esta fuente inagotable, de la que es depositaria y dispensadora. Por
eso, quise consagrar a la Misericordia Divina mi patria, la Iglesia
y la humanidad entera..." (Juan
Pablo II. Audiencia del miércoles 21 de agosto de 2002)
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"…Fuera de la
Misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para
el hombre...”. “...Con los ojos del alma deseamos contemplar los
ojos de Jesús Misericordioso, para descubrir en la
profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz
de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos
reserva para todos los días y para el último día...”
"…Pido a Dios que vuestra vida, vivida según esta exigente medida
divina, represente un testimonio atractivo de la Misericordia en
nuestro tiempo ...porque en todo tiempo se necesita el testimonio
de hombres que vivan según las Bienaventuranzas...”. (Juan Pablo
II, 23 de agosto de 2002).
Para concluir la primera parte del Encuentro
de este mes, recitemos la Oración que Santa Faustina escribió en el su
Diario
"LA DIVINA MISERICORDIA EN MI ALMA"
(n.1746):
Adorado seas, oh Dios
Misericordioso,
Por haberte dignado descender de los cielos a esta tierra.
Te adoramos en gran humildad,
Por haberte dignado elevar todo el género humano.
Insondable en Tu Misericordia, inconcebible,
Por amor a nosotros has tomado el cuerpo
De la Virgen Inmaculada, jamás rozada por el pecado,
Porque así lo has establecido desde la eternidad.
La Santísima Virgen, esta azucena blanca como la nieve,
Es la primera en adorar la Omnipotencia de Tu Misericordia.
Su Corazón puro se abre con Amor a la venida del Verbo,
Cree en las palabras del mensajero divino y se fortalece en la
confianza.
Oh Misterio de la Divina Misericordia, oh Dios de la Piedad,
Que te has dignado abandonar el Trono Celestial,
Y has bajado a nuestra miseria, a la debilidad humana,
Porque no son los ángeles sino los hombres los
Que necesitan Tu Misericordia.
Para expresar dignamente la Misericordia del Señor,
Nos unimos a Tu Madre Inmaculada,
Porque así nuestro himno Te será mas agradable
Ya que Ella ha sido elegida entre los ángeles y los hombres
A través de Ella, como a través del cristal puro,
Ha llegado a nosotros Tu Misericordia,
Por su mérito el hombre se hizo agradable a Dios,
Por su mérito todos los torrentes de gracias
fluyen sobre nosotros.
MARÍA SANTÍSIMA
MADRE DE DIOS Y MADRE DE MISERICORDIA
CONCLUSIÓN DE LA CARTA ENCÍCLICA
"VERITATIS
SPLENDOR"
6 de Agosto de 1993
"... Al concluir
estas consideraciones, encomendamos a María, Madre de
Dios y Madre de Misericordia, nuestras personas, los
sufrimientos y las alegrías de nuestra existencia, la vida moral
de los creyentes y de los hombres de buena voluntad, las
investigaciones de los estudiosos de moral.
María es
Madre de Misericordia
porque Jesucristo, Su Hijo, es enviado por El Padre como
revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3,
16-18). Él ha venido no para condenar sino para perdonar, para
derramar Misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la Misericordia más
grande radica en su estar en medio de nosotros y en la
llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto
con Pedro, como «El Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún pecado
del hombre puede cancelar la Misericordia de Dios, ni
impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que
la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con
mayor fuerza el Amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha
sacrificado a su Hijo: Su Misericordia para nosotros es redención.
Esta Misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu
Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y
grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el
pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf.
Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del cumplimiento
perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que
es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es
en cierto sentido el colofón del Don de la Misericordia, que
libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no pecar más.
Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de Su
Amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
Esta es la
consoladora certeza de la fe cristiana, a la cual ella debe su
profunda humanidad y su extraordinaria sencillez. A veces, en las
discusiones sobre los nuevos y complejos problemas morales, puede
parecer como si la moral cristiana fuese en sí misma demasiado
difícil: ardua para ser comprendida y casi imposible de
practicarse. Esto es falso, porque -en términos de sencillez
evangélica- ella consiste fundamentalmente en el
seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a Él, en el dejarse
transformar por su gracia y ser renovados por Su Misericordia, que
se alcanzan en la vida de comunión de su Iglesia. «Quien quiera
vivir -nos recuerda San Agustín-, tiene en donde vivir,
tiene de donde vivir. Que se acerque, que crea, que se deje
incorporar para ser vivificado. No rehuya la compañía de los
miembros». Con la luz
del Espíritu, cualquier persona puede entenderlo, incluso la menos
erudita, sobre todo quien sabe conservar un «corazón entero» (Sal
86 [85], 11). Por otra parte, esta sencillez evangélica no exime
de afrontar la complejidad de la realidad, pero puede conducir a
su comprensión más verdadera porque el seguimiento de Cristo
clarificará progresivamente las características de la auténtica
moralidad cristiana y dará, al mismo tiempo, la fuerza vital para
su realización. Vigilar para que el dinamismo del seguimiento de
Cristo se desarrolle de modo orgánico, sin que sean falsificadas o
soslayadas sus exigencias morales -con todas las consecuencias que
ello comporta- es tarea del Magisterio de la Iglesia. Quien ama a
Cristo observa sus mandamientos (cf. Jn 14, 15).
También María es Madre de Misericordia porque Jesús
le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies de la Cruz,
cuando acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al
Padre el perdón para aquellos que no saben lo que hacen (cf. Lc
23, 34), María, en perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la
riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón
y le capacita para abrazar a todo el género humano. De este modo,
se nos entrega como Madre de todos y de cada uno de nosotros.
Se convierte en la Madre que nos alcanza la Misericordia Divina.
María es signo
luminoso y ejemplo preclaro de vida moral: «la vida de Ella sola es
enseñanza para todos», escribe san Ambrosio, que dirigiéndose en
particular a las vírgenes, pero en un horizonte abierto a todos,
afirma:
«El primer deseo ardiente de aprender lo da la nobleza del
maestro. Y ¿quién es más noble que la Madre de Dios o más
espléndida que Aquélla que fue elegida por el mismo Esplendor?».
Vive y realiza la propia libertad donándose a Dios y acogiendo en
Sí el don de Dios. Hasta el momento del Nacimiento, custodia en su
Seno Virginal al Hijo de Dios hecho hombre, lo nutre, lo hace
crecer y lo acompaña en aquel gesto supremo de libertad que es el
sacrificio total de la propia vida. Con el don de Sí Misma, María
entra plenamente en el Designio de Dios, que se entrega al mundo.
Acogiendo y meditando en Su Corazón acontecimientos que no siempre
puede comprender (cf. Lc 2, 19), se convierte en el modelo de
todos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (cf.
Lc 11, 28) y merece el título de «Sede de la Sabiduría». Esta
Sabiduría es Jesucristo, el Verbo Eterno de Dios, que revela
y cumple perfectamente la Voluntad del Padre (cf. Heb 10, 5-10).
María invita a todo
ser humano a acoger esta Sabiduría. También nos dirige la orden
dada a los sirvientes en Caná de Galilea durante el banquete de
bodas:«Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5).
María comparte
nuestra condición humana pero con total transparencia a la gracia
de Dios. No habiendo conocido el pecado, está en condiciones de
compadecerse de toda debilidad. Comprende al hombre pecador y lo
ama con Amor de Madre. Precisamente por esto se pone de parte de
la verdad y comparte el peso de la Iglesia en el recordar
constantemente a todos las exigencias morales. Por el mismo
motivo, no acepta que el hombre pecador sea engañado por quien
pretende amarlo justificando su pecado, pues sabe que, de este
modo, se vaciaría de contenido el Sacrificio de Cristo, Su Hijo.
Ninguna absolución, incluso la ofrecida por complacientes
doctrinas filosóficas o teológicas, puede hacer verdaderamente
feliz al hombre: sólo la Cruz y la Gloria de Cristo Resucitado
pueden dar paz a su conciencia y salvación a su vida.
María,
Madre de Misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la Cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado
y crezca en la esperanza en Dios,
«rico en Misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que Él le asignó (cf. Ef 2, 10)
y, de esta manera, toda su vida
sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
ADORACIÓN DEL
SANTÍSIMO SACRAMENTO
“Mane nobiscum, Domine!”
Como los dos
discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡quédate
con nosotros!
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor
de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de
la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona
nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a
los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos.
Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice
a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio
de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos
ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y
alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.
Quédate con nosotros, Señor! Quédate con
nosotros! Amén.
CONFERENCIA Y ENCUENTROS EN GRUPO “PADRE
NUESTRO”
Reanudando la reflexión
sobre la Oración del Señor, hoy utilizaremos la conclusión de la
Catequesis del miércoles 16 de Octubre de 1985 "DIOS PADRE
MISERICORDIOSO"
"...En la plenitud
de los tiempos mesiánicos Jesús anuncia muchas veces la paternidad
de Dios con relación a los hombres remitiéndose a las numerosas
expresiones contenidas en el Antiguo Testamento. Así se expresa
a propósito de la Providencia Divina para con las criaturas,
especialmente con el hombre: ' Vuestro Padre Celestial las
alimenta.' (Mt 6, 26. Cfr. Lc 12, 24), 'Sabe vuestro Padre
Celestial que de eso tenéis necesidad' (Mt 6, 32. Cfr. Lc 12,
30). Jesús trata de hacer comprender la Misericordia Divina
presentando como propio de Dios el comportamiento acogedor del padre
del hijo pródigo (Cfr. Lc 15, 11-32); y exhorta a los que escuchan
su palabra: 'Sed misericordiosos, como vuestro Padre es
Misericordioso' (Lc 6, 36)..."
Llenos del Espíritu Santo oremos
a nuestro Padre en el Cielo:
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PATER NOSTER |
Pater noster, qui es in cælis,
sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat
voluntas tua, sicut in cælo et in terra.
Panem nostrum quotidianum da nobis
hodie. Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos
dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in
tentationem: sed libera nos a malo.
Amen. |
Padre nuestro, que estás en
el Cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu
Reino; hágase tu Voluntad, en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de
cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal.
Amén. |
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ORACIÓN
PARA IMPLORAR FAVORES
POR
INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al
Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la
ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del
Espíritu de Amor. Él, confiando totalmente en Tu infinita Misericordia y en
la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús
Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu Voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santos. Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Se ruega a quienes obtengan gracias por
intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II, las comuniquen al Postulador
de la Causa, Monseñor Slawomir Oder. Vicariato di Roma. Piazza San Giovanni
in Laterano 6/A 00184 ROMA . También puede enviar su testimonio por correo
electrónico a la siguiente dirección:
postulazione.giovannipaoloii@vicariatusurbis.org
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